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WILLIAMS, George H. (1979) La Reforma Radical, Harvard University, Massachusetts (1)

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Dios Padre y ese Logos o Hijo de Dios había una relación de generación Eterna y no de<br />

prolación o contemplación eterna -hubo varios otros equivalentes metafóricos, todos ellos<br />

rechazados-, seguían moviéndose, un entonces, en el terreno de la abstracción filosófica.<br />

Precisamente por su aceptación gozosa de Jesucristo como Dios visible, los padres de Nicea<br />

estaban, en sentido filosófico lo mismo que en sentido litúrgico, muy lejos del antropomorfismo<br />

que en el curso de los siglos cristianos vino a hacer Posible que los artistas medievales y los<br />

teólogos de Occidente representaran a Dios Padre tan antropológicamente como los antiguos<br />

padres de la iglesia habían representado y glorificado a Cristo. Y así vemos que er la piedad y la<br />

iconografía populares de Occidente, durante los últimos siglos de la Edad Media, Dios Padre fue<br />

una figura augustamente paternal, mientras que el Hijo, aunque muchas veces fuera representado<br />

con apariencia casi idéntica en su gloria, las más veces fue imaginado o vivido en su infancia,<br />

como Dios recién encarnado, en su humillación en la cruz, y en el sacrificio eucarístico. Al<br />

mismo tiempo, la escolástica de fines de la Edad Media estaba familiarizada con la muy sutil<br />

afirmación de que Dios Padre, en supotestas absoluta, pudo haber querido estar presente, para la<br />

redención del hombre, no ya en el hombre Jesús, sino en un asno o en una piedra.<br />

De ese modo, cuando el conjunto de la doctrina cristiana tradicional quedó sometido a<br />

escrutinio, así erudito como popular, a la luz de la <strong>Reforma</strong> Magisterial -con su acento bíblico y<br />

solafideísta y antiescolástico pero "católico" todavía-, era inevitable que dentro de la <strong>Reforma</strong><br />

<strong>Radical</strong>j surgieran diversos intentos de regresar a lo que podía considerarse una interpretación<br />

mas bíblica de la doctrina de la Trinidad.<br />

El libro de Cristian Entfelder, Van Gottes und Christi... Erkenntms, publicado en 1530,<br />

fue el primer esfuerzo que se hizo en la Era de la <strong>Reforma</strong> poij disolver el dogma de la Trinidad<br />

en una especulación puramente filosófica j conservando al mismo tiempo su misterio y su<br />

significación redentora. Desde este punto de vista, Entfelder se hallaba más cerca de los padrea<br />

nicenos que muchos de los reformadores magisteriales, y, en todo caso, si pensamiento era<br />

mucho más refinado que el de la mayoría de los demás reformadores radicales, que tendían a<br />

interpretar de manera completamente literal la paternidad de Dios Padre. Dice Entfelder que la<br />

Divinidad indivisa (la Divinidad de los místicos renanos) se reveló, por amor, en una triple<br />

potencia (mit dreifaltiger Krafft). Tradicionalmente, estas tres potencias se han conocido como<br />

otras tantas Personas. <strong>La</strong> primera potencia es la esencia (Wesen), la fuerza que se basta a sí<br />

misma y que subyace en todas las cosas. <strong>La</strong> segunda potencia es la realidad o actividad<br />

(wrkiichkait), qua emana "esencialmente de la esencia" pero es inseparable de ella y eterna» Esta<br />

actividad es la Palabra o el Hijo, o sea la fuerza manifestada en 1. creación, y su objeto es ser el<br />

lugar de paz (ruostat) para todos los hijos de Dios, respetando siempre el libre albedrío del<br />

hombre, y sin violentarle nunca:<br />

<strong>La</strong> hoja, la hierba, los animales todos que hay en la tierra, en el ciclo y en el agua todo<br />

aquello que una persona come, bebe, elabora y hace, da testimonio de esa actividad que<br />

gozosamente está dispuesta a llevarnos por el camino de la derecha al huerto de delicias de la<br />

bondad de la divina esencia, pero esto sin compulsión (bezwmgnusz), tal como Dios mismo y<br />

todas las criaturas según su especie ofrecerá sus bienes libremente, y los dejan madurar según la<br />

sazón de cada uno. De esa misma manera la actividad divina aguarda pacientemente el<br />

movimiento del albedrío humano a fin de que el hombre, que no carece de aquella capacidad de

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