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WILLIAMS, George H. (1979) La Reforma Radical, Harvard University, Massachusetts (1)

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corazón, una experiencia y una transacción esencialmente adultas. Aunque interpretaran de<br />

maneras diversas los pasajes expresamente bautismales de la Biblia y los textos del Viejo<br />

Testamento (relacionados con los anteriores) en que se mencionan el agua y la circuncisión, así<br />

como las palabras con que Cristo, en el Nuevo Testamento, se refiere a los niños, los<br />

reformadores magisteriales estaban virtualmente de acuerdo -oponiéndose así no sólo a la iglesia<br />

medieval, sino también a los reformadores radicales- en que, por medio de la doctrina judeocristiana<br />

de la predestinación (puesta en relación con la fórmula específicamente cristiana de un<br />

Dios, una fe, un bautismo), era posible equiparar la circuncisión del Antiguo Testamento, el<br />

bautismo penitencial de Juan y el bautismo pístico (post-resurreccional) de Cristo (aplicable a un<br />

infante de ocho días de nacido en analogía con la circuncisión y en virtud del compromiso, de los<br />

padres y de la iglesia, de darle al niño el alimento de la fe). En contraste con la relativa homogeneidad<br />

de la teología del bautismo por el lado de los reformadores magisteriales, hubo<br />

considerables variaciones de convicción por el lado de los reformadores radicales. <strong>La</strong>s cuestiones<br />

en torno a las cuales se centraban los debates pueden reducirse a tres principales.<br />

Estaba en primer lugar la cuestión de si los infantes eran bautizados de hecho en<br />

conformidad con los textos básicos de la Nueva Alianza. En segundo lugar estaba la cuestión de<br />

si el signo y la acción de la alianza (la circuncisión y el bautismo) debían considerarse menos<br />

completos o menos Marcadores bajo la Ley Nueva que bajo la Antigua. Y de aquí arrancaba la<br />

tercera cuestión, la de si el bautismo debía considerarse como algo puramente testimonial, como<br />

algo personalmente redentivo, o como algo eclesiológicamente constitutivo (o como<br />

combinación de dos de estos principios, o de los tres).<br />

Por lo que toca a la primera de estas cuestiones, se puede decir que la totalidad de la<br />

<strong>Reforma</strong> <strong>Radical</strong> tuvo como rasgo común la oposición al pedobautismo. Los historiadores<br />

modernos, que tienen a la mano más textos que los que estaban al alcance de los dos bandos<br />

durante la gran controversia del siglo xvi, aparte de que han llegado a un refinamiento mucho<br />

mayor en sus análisis de esos textos, están, naturalmente, en posibilidad de ser más categóricos y<br />

concretos que los reformadores magisteriales sobre los casos de niños (aunque no infantes)<br />

bautizados en la iglesia primitiva;738 pero para hombres como Lutero, Zwinglio y Bucer la cosa<br />

no era nada sencilla: los únicos argumentos que podían esgrimir para hablar de bautismo de<br />

infantes en el Nuevo Testamento eran la analogía con la circuncisión y las menciones que hay en<br />

el Nuevo Testamento de familias enteras que fueron bautizadas, a lo cual añadían las varias<br />

expresiones benévolas de Jesús a propósito de los niños pequeños. Pero si las ideas de los<br />

anabaptistas eran unánimes acerca de la primera cuestión y acerca del fundamento bíblico de su<br />

inquebrantable convicción, en cuanto a las otras dos cuestiones había profundas diferencias, no<br />

sólo en el seno de la <strong>Reforma</strong> <strong>Radical</strong> en su conjunto, sino en el seno del propio anabaptismo.<br />

Estas diferencias se referían a la interpretación del bautismo de Juan.<br />

Todos los hombres que tuvieron parte en la <strong>Reforma</strong> <strong>Radical</strong> acentuaban la imitación de<br />

Cristo de una manera que los reformadores magisteriales, con su insistencia agustiniana en el<br />

pecado original y con su insistencia paulina en la salvación por la sola fe, tenían que considerar<br />

como presuntuosa y, en todo caso, fútil. Ahora bien: puestos a imitar a Cristo, los miembros de<br />

un grupo ya empeñado en sostener el principio del bautismo de los creyentes no podían menos de<br />

ver en el bautismo de Jesús por la mano de Juan el prototipo de su propia experiencia. Más aún:<br />

como se pensaba que Jesús tenía exactamente treinta años cuando el Espíritu Santo descendió<br />

sobre él, y Dios Padre, desde el cielo, lo declaró en ese momento espiritualmente engendrado<br />

como el divino emisario enviado al desierto de este mundo, varios espiritualistas evangélicos,<br />

738 Véase, por ejemplo, Joachim Jeremías, Die Kindertaufe in den ersten viei- Jahrhunderten, Gottingen, 1958.

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