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WILLIAMS, George H. (1979) La Reforma Radical, Harvard University, Massachusetts (1)

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piedad medieval tardía, hayan seguido utilizando los apócrifos del Viejo Testamento y los<br />

pseudepígrafos del Nuevo en medida mucho mayor que los reformadores magisteriales.<br />

Esta tendencia es particularmente notable entre los anabaptistas de todos los grupos y<br />

todas las tendencias. Desde luego, cuando Lutero proclamó por vez primera su doctrina de la<br />

sola scriptura contra la tradición y contra la autoridad papal, paralela de su otra doctrina de la<br />

sola fides contra las obras o los méritos, la mayor parte de los admiradores que tenía en el campo<br />

que luego resultaría ser el de los radicales lo aclamó como guía, y durante un tiempo se dejó en<br />

efecto guiar por él. Pero cuando Lutero se puso a criticar ciertos escritos aceptados en el canon<br />

por no encontrarlos lo suficientemente solafideístas, como por ejemplo la epístola de "paja" del<br />

apóstol Santiago, muchos de los reformadores radicales se negaron a seguirlo, y antes de<br />

finalizar el siglo xvi la mayor parte de ellos había regresado al canon pre-reformista in foto, y,<br />

por extensión, aceptaba también los escritos pseudepigráficos del Nuevo Testamento. Sin<br />

embargo, Carlstadt, en su defensa de la epístola de Santiago contra Lutero, fue el primero que<br />

llevó a cabo el fundamental programa protestante de distinguir entre Escritura y tradición,<br />

poniendo de una parte el canon escriturístico protestante y de la otra los apócrifos (De cammicis<br />

Scripturis libellus, Wittenberg, 1520).<br />

<strong>La</strong> utilización de los libros apócrifos fue particularmente notable en los centros<br />

hofmannitas. Se puede hablar de un método exegético especial (cap. xxxii. l.c.) que permitió al<br />

propio Hofmann, y luego a Menrío Sirnons, Dietrich Philips y Pedro Tasch, utilizar partes del<br />

Viejo Testamento que los hermanos de Suiza y de la Alemania meridional, con su mayor<br />

insistencia en el carácter dispar de los dos Testamentos, habían tenido razones para desdeñar o<br />

para no citar nunca, y entre esas partes iban justamente los libros apócrifos. Pero éstos fueron<br />

utilizados también en el Sur, así como entre los hutteritas. Por ejemplo, Miguel Sattler cita largos<br />

pasajes del libro IV de Esdras en su carta de 1527 a los anabaptistas de Horb; también Pedro<br />

Riedemann lo cita a menudo en su Re-chenschaft de 1540; y, aunque ni Sattler ni Riedemann lo<br />

aducen a ese propósito, fue un versículo del mismo libro (7:32) el que sirvió a otros anabaptistas<br />

para fundar bíblicamente la doctrina del psicopaniquismo. Marpeck cita en cuatro ocasiones el<br />

Testamento de los Doce Patriarcas. Los "Amish Mennonites" utilizan hasta la fecha un pasaje del<br />

libro de Tobías en el sermón de bodas.1908<br />

En cuanto a ios escritos del Nuevo Testamento, es interesante observar que los radicales<br />

no tuvieron reparo en poner al lado de ellos, como testimonio virtualmente equivalente, otros<br />

documentos que consideraban también antiguos y apostólicos.<br />

Por ejemplo, si la totalidad de la <strong>Reforma</strong> <strong>Radical</strong>, tácitamente unas veces,<br />

programáticamente otras, rebajó la importancia de los credos de San Atanasio y de Nicea en<br />

comparación con el texto más sencillo conocido con el nombre de Credo de los Apóstoles, fue<br />

porque tuvo este texto como obra real y auténtica de los doce apóstoles. Muchos de los más<br />

valiosos y sistemáticos opúsculos teológicos de los anabaptistas, desde Rattenberg hasta Raków,<br />

no son, de hecho, sino comentarios sobre los doce artículos del Credo de los Apóstoles.<br />

Los anabaptistas, restitucionistas radicales, sintieron que todos los documentos primitivos<br />

conservados por Ensebio en su Historia eclesiástica, y particularmente los fragmentos de<br />

Hegesipo, eran agua para su molino. No hay duda alguna de que las noticias que Eusebio tomó<br />

de Filón y de Flavio Josefo acerca de los terapeutas y de los esenios sirvieron de sanción y de<br />

modelo para la organización comunal del cristianismo sectario, particularmente entre los<br />

1908 Véase John Umble, "An Amish Minister's Manual", MQR, XV (1941), 95-117.

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