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WILLIAMS, George H. (1979) La Reforma Radical, Harvard University, Massachusetts (1)

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consideraciones humanitarias. Reelaboró después esta lista en una larga carta de fecha 26 de<br />

enero de 1531,952 dirigida a Marpeck, que residía en Estrasburgo.<br />

Entre los cargos concretos que Reublin lanzó estaba la crueldad y falta de equidad de<br />

Wiedemann y de los demás ancianos en la administración de la propiedad común; decía, por<br />

ejemplo, que más de veinte niños pequeños habían muerto por falta de leche, siendo así que sus<br />

padres, al entrar en la comunidad, habían aportado en algunos casos hasta cincuenta ducados;<br />

que los ancianos, y particularmente sus mujeres, gozaban de mejores alimentos y mejores ropas<br />

que los miembros ordinarios; que las doncellas solían ser obligadas a aceptar por maridos a<br />

hombres que los ancianos les asignaban, como si se tratara de un decreto divino; y que los<br />

ándanos se negaban a contribuir con la parle que les correspondía del impuesto especial para la<br />

guerra contra el turco, a pesar de la promesa hecha a sus Patronos, los señores de Kaunitz. A lo<br />

anterior se añadía el capítulo de las aberraciones teológicas: Wiedemann, al decir de Reublin,<br />

sostenía que el bautismo de agua era absolutamente esencial para la salvación; que los infantes<br />

muertos antes de aceptar la alianza de la gracia bautismal estaban condenados al infierno; y que<br />

ya no era necesario rezar el padrenuestro. Se puede entender muy bien que Reublin no fuera muy<br />

imparcial en ese informe enviado a Marpeck, pero, por fortuna, tenemos un relato autorizado<br />

procedente del otro bando, no de Wiedemann mismo, sino de Ulrico Stadler. Sus Preciosas<br />

instrucciones sobre el pecado, la excomunión y la comunidad de bienes,953 aunque escritas en<br />

fecha ligeramente posterior, son una buena muestra de la manera como el concepto<br />

deGelassenheit, derivado de Denck y de Hut, podía combinarse satisfactoriamente con la<br />

institución de un senado rígidamente autoritario, con una alta visión del bautismo apostólico<br />

administrado por los ándanos como requisito para la salvación, y con un comunismo de<br />

producción en el que la aceptación de las disciplinas del trabajo se hada espiritualmente más<br />

importante que la repartición caritativa de los frutos del trabajo.<br />

En todo caso, la agria disputa terminó en ruptura, y en lo más duro del invierno Reublin y<br />

Zaunring, a la cabeza de trescientos cincuenta de sus seguidores, muchos de ellos enfermos,<br />

emprendieron una penosa caminata rumbo a Auspitz, dejando tal vez a doscientos cincuenta en<br />

Austerlitz, a merced de Wiedemann.<br />

En esos días de encarnizadas reyertas, cuando el experimento de comunismo cristiano<br />

estaba a punto de frustrarse por el juego de las facciones, los dos bandos sintieron la necesidad<br />

de mandar cartas al Tirol pidiendo a Hutter que interviniera y, en caso de ser posible, evitara el<br />

cisma. Accediendo al llamado, Hutter acudió al teatro de la lucha y, tras una investigación, "vio<br />

que el grupo de Austerlitz era el que más culpa tenía".<br />

Regresó al Tirol, satisfecho de su labor de reconciliación, y se dedicó a organizar nuevas<br />

partidas de inmigrantes que se dirigieran a Moravia, pues era durísima la situación de los<br />

anabaptistas de los valles tiroleses bajo el control directo de Fernando y de los príncipes-obispos<br />

de Brixen y de Saizburgo, tan implacables como el rey. Entonces llegaron mensajeros con la<br />

mala noticia de una mayor escisión en el seno de la comunidad de Austerlitz, y entre la de<br />

Austerlitz y la de Auspitz. Se descubrió que Reublin no había estado practicando el comunismo<br />

apostólico con toda la honradez necesaria. Había sustraído cierta cantidad de dinero para casos<br />

de urgencia. Acusado del mismo pecado que Ananías (Hechos de los Apóstoles, 5:1-11), fue<br />

destituido de su cargo, y se elevó a Zaunring a la situación más prominente entre los ancianos de<br />

Auspitz. Pero resultó que tampoco la vida de Zaunring estaba a la altura exigida por su puesto.<br />

952 Impresa por C. A. Cornelius, Geschichte des münsterischen Aujruhrs, vol. II, Leipzig, 1855, Beilage V, pp. 253-259.<br />

953 Traducidas al inglés en SAW, pp. 274-284.

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