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James Joyce

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180<br />

las caballerizas. Apuran una copa de brandy de un trago en un abrir y cerrar de ojos.<br />

La del Grosvenor esta mañana. Arriba con ella al coche: chischás. Ante muro de<br />

piedra o valla de cinco palos mete piernas a su montura. Creo que aquel conductor<br />

chato lo hizo a mala idea. ¿A quién se parecía ella? ¡Ah sí! A Mrs. Miriam<br />

Dandrade que me vendió sus viejos abrigos y ropa interior negra en el hotel<br />

Shelbourne. Divorciada de un hispanoamericano. Ni pestañeó porque yo los<br />

toqueteara. Como si yo fuera su tendedero. La vi en la fiesta del virrey cuando<br />

Stubbs el guardabosques me coló junto con Whelan el del Express. Recogiendo lo<br />

que desechaba la gente de categoría. Cena fría. La mayonesa que le eché a las<br />

ciruelas creyendo que era natillas. Los oídos debieron estarle zumbando durante<br />

semanas. Hay que ser un toro con ella. Cortesana de nacimiento. Nada de ocuparse<br />

de niños para ella, no gracias.<br />

¡Pobre Mrs. Purefoy! Consorte metodista. Cordura en su locura. Almuerzo con<br />

bollo de azafrán y combinado de leche con soda en la granja escuela. Juventudes<br />

Cristianas. Comen con un cronómetro, treintaidós masticaciones por minuto. Y<br />

encima le crecían las chuletas. Se supone que está bien relacionado. Primo de<br />

Theodore el del Castillo de Dublín. Siempre hay un tonto en la familia. Y todos los<br />

años el mismo regalito. Lo vi delante del Three Jolly Topers desfilando sin<br />

sombrero y su chico mayor llevaba uno en una bolsa de la compra. Meones.<br />

¡Pobrecilla! Luego teniendo que dar el pecho año tras año a cualquier hora de la<br />

noche. Egoístas que son esos de la liga antialcohol. Perro del hortelano. Sólo un<br />

terrón de azúcar en mi té, por favor.<br />

Se encontraba en el cruce de Fleet Street. Descanso para el almuerzo. ¿Uno de<br />

seis peniques en casa Rowe? Tengo que buscar ese anuncio en la biblioteca<br />

nacional. Uno de ocho peniques en el Burton. Mejor. De paso.<br />

Siguió andando dejando atrás casa Bolton en Westmoreland. Té. Té. Té. Me<br />

olvidé de darle un toque a Tom Kernan.<br />

Sss. ¡Des, des, des! Tres días imagínate quejándose en la cama con un pañuelo<br />

empapado en vinagre en la frente, el vientre inflado. ¡Fu! ¡Horrendo simplemente!<br />

La cabeza del niño demasiado grande: fórceps. Doblado dentro de ella intentando<br />

abrirse camino al exterior a ciegas topetando con la cabeza, tentando el camino al

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