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James Joyce

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viceversa o las dos cosas en realidad. Volvió a la otra cara de la tarjeta, la foto, y se<br />

la pasó a Stephen.<br />

-Yo vi un chino una vez, refirió el farruco narrador, que tenía unas píldoras como de<br />

masilla y las metió en agua y se abrieron y cada píldora era algo distinto. Una era un<br />

barco, otra era una casa, la otra era una flor. Le echan ratas a la sopa, añadió<br />

apetitosamente, eso hacen los chinos.<br />

Probablemente notando una expresión de duda en sus caras el trotamundos<br />

continuó, pegándose a sus aventuras.<br />

-Y yo'e visto a un hombre muerto por un italiano en Trieste. El cuchillo en la<br />

espalda. Un cuchillo así.<br />

Mientras hablaba sacó a la vista una navaja de aspecto peligroso muy en<br />

consonancia con su papel y la empuñó en posición de ataque.<br />

-En una casa de putas fue a causa de una socaliña entre dos contrabandistas. Un<br />

fulano se escondió detrás de una puerta, le salió por detrás al otro. Así. Prepárate<br />

para ver a tu Dios, va y dice. ¡Zas! Le entró por la espalda hasta el puño.<br />

Su intensa mirada indolente vagando en derredor desafiaba hasta cierto punto<br />

cualquier otra pregunta incluso si ellos por casualidad hubieran querido hacerla.<br />

-Esto sí que es acero de verdad, repitió, examinando su tremendo stiletto.<br />

Después de tan angustioso dénouement suficiente como para espantar al más fuerte<br />

cerró la hoja de un golpe y puso el arma en cuestión a buen recaudo como antes en<br />

su cámara de los horrores, también conocida como bolsillo.<br />

-Se las amañan muy bien con armas blancas, alguien que evidentemente andaba<br />

totalmente despistado dijo para beneficio de todos. Ése es el motivo por el que<br />

pensaron que los asesinatos del parque de los invencibles los habían cometido<br />

extranjeros a causa de que ellos utilizan cuchillos.<br />

Tras este comentario dictado obviamente en el espíritu de que la ignorancia es<br />

felicidad Mr. B. y Stephen ambos, cada cual a su particular manera, instintivamente<br />

intercambiaron significativas miradas, en un religioso silencio de la clase<br />

terminantemente entre nous sin embargo, hacia donde Pellejocabra, alias el dueño,<br />

sin mover un pelo, estaba sacando chorros de líquido de su cacharro de hervir. Su<br />

cara inescrutable que era realmente una obra de arte, un estudio perfecto en sí

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