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James Joyce

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96<br />

miró seriamente por la ventanilla abierta del coche a las cortinillas echadas de la<br />

avenida. Una se descorrió hacia un lado: una vieja fisgoneando. La nariz<br />

blanquiaplastada contra el cristal. Agradeciendo a su buena estrella que por esta vez<br />

la muerte pasara de largo. Extraordinario el interés que se toman por un cadáver.<br />

Contentas de vemos marchar damos tanta guerra al llegar. La tarea parece que les<br />

va. A escondidas por los rincones. Van de acá para allá chanclichancleteando por<br />

miedo a que despierte. Luego preparándolo. Arreglándolo. Molly y Mrs. Fleming<br />

haciendo la cama. Tira más de ese lado. Nuestro sudario. Nunca se sabe quién te va<br />

a manosear de muerto. Lavado y champú. Creo que cortan las uñas y el pelo.<br />

Guardan una pizca en un sobre. Crece lo mismo después. Tarea inmunda.<br />

Todos esperaraban. Nada se decía. Colocando las coronas probablemente. Me he<br />

sentado sobre algo duro. Ah, ese jabón: en el bolsillo del pantalón. Mejor que lo<br />

cambie de ahí. Esperar la ocasión.<br />

Todos esperaraban. Entonces se oyeron ruedas por enfrente que giraban: después<br />

más cerca: después cascos de caballos. Un tirón. El coche de ellos empezó a andar,<br />

chirriando y oscilando. Otros cascos y ruedas chirriantes se pusieron en marcha<br />

detrás. Las cortinillas de la avenida pasaron y el número nueve con su aldaba con<br />

crespón negro, la puerta entreabierta. Al paso.<br />

Esperaron aún, las rodillas entrechocando unas con otras, hasta que hubieron<br />

doblado y pasaban a lo largo de las vías del tranvía. Tritonville Road. Más rápido.<br />

Las ruedas traquetearon al rodar por la calle adoquinada y los cristales desencajados<br />

temblaron traqueteando en los marcos de las portezuelas.<br />

-¿Por qué camino nos lleva? preguntó Mr. Power por las dos ventanillas.<br />

-Inshtown, dijo Martin Cunningham. Ringsend. Brunswick Street.<br />

Mr. Dedalus asintió, mirando hacia afuera.<br />

-Es una buena y vieja costumbre, dijo. Me alegro de ver que aún no se ha perdido.<br />

Todos miraron un rato por las ventanillas las gorras y sombreros que levantaban<br />

los viandantes. Respeto. El coche se desvió bruscamente de las vías del tranvía<br />

hacia la calzada más lisa pasado Watery Lane. Mr. Bloom ensimismado avistó a un<br />

joven lánguido, ataviado de luto, con sombrero de ancha ala.<br />

-Ahí acaba de pasar un amigo suyo, Dedalus, dijo. -¿Quién?

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