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James Joyce

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404<br />

estilo de Chachacissy. Ay, y te acuerdas de la noche que se puso el traje y el<br />

sombrero de su padre y un bigote con corcho quemado y se recorrió todo Tritonville<br />

Road, fumándose un cigarrillo. No había quien la igualara en payasadas. Pero era la<br />

sinceridad personificada, una de las personas más denodadas y honradas que te<br />

puedas echar a la cara, nada de esas suavonas que dan grima.<br />

Y sucedió que llegó por el aire el rumor de voces y la antífona cadenciosa del<br />

órgano. Era el retiro de abstinencia para hombres dirigido por el misionero, el<br />

reverendo John Hughes, S .J., rosario, sermón y bendición con el Santísimo. Se<br />

habían reunido allí todos sin distinción de clases sociales (era un espectáculo de lo<br />

más edificante de ver) en aquel sencillo santuario junto al mar, tras las tormentas de<br />

este miserable mundo, arrodillados a las plantas de la inmaculada, recitando la<br />

letanía de Nuestra Señora de Loreto, suplicándole que intercediera por ellos, las<br />

viejas palabras, santa María, santa Virgen de las vírgenes. ¡Qué triste para los oídos<br />

de la pobre Gerty! Si al menos su padre hubiera evitado caer en las garras del<br />

demonio de la bebida, haciendo la promesa de dejar de beber o aquel bebedizo para<br />

tomar que curaba el hábito de la bebida que se anunciaba en el Tearson's Weekly,<br />

podría ella ahora nadar en la abundancia, sin tener que envidiar a nadie. Una y otra<br />

vez se había dicho eso mientras pensaba junto a las brasas moribundas sumida en<br />

negras cavilaciones sin la lámpara porque odiaba tener dos luces o a menudo<br />

mientras miraba por la ventana ensoñadoramente durante horas a la lluvia que caía<br />

en el cubo herrumbroso, pensando. Sin embargo esa vil decocción que había<br />

arruinado tantos hogares y casas había ensombrecido los días de su niñez. Es más,<br />

ella misma había presenciado en el seno familiar actos de violencia a los que da<br />

lugar la intemperancia y había visto a su propio padre, presa de la cólera de la<br />

intoxicación, fuera de sí porque si había una sola cosa en el mundo de la que Gerty<br />

estaba cierta era que el hombre que levanta la mano a una mujer menos cua ndo es<br />

por cariño, merece ser catalogado como de la calaña más baja.<br />

Y aún seguían cantando las voces en súplica a la Virgen poderosa, Virgen<br />

clementísima. Y Gerty, absorta en sus pensamientos, apenas si veía u oía a sus<br />

compañeras ni a los mellizos en sus piruetas infantiles ni al señor por allí por<br />

Sandymount Green que Cissy Caffrey decía que parecía muy suyo que andaba por

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