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James Joyce

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enfermedades en general, todo, en resumidas cuentas, en la vasta fábrica de la<br />

naturaleza desde la extinción de algún sol remoto hasta el florecimiento de una de<br />

las incontables flores que embellecen nuestros parques públicos está sujeto a una ley<br />

de numeración hasta ahora no descifrada. Sin embargo la cuestión llana y sencilla<br />

de por qué un niño de padres normalmente sanos y un niño aparentemente sano y<br />

bien cuidado sucumbe inexplicablemente en la niñez temprana (aunque otros niños<br />

del mismo matrimonio no) debe en efecto, en palabras del poeta, hacemos cavilar.<br />

La naturaleza, podemos estar tranquilos, tiene sus buenas y poderosas razones para<br />

todo lo que hace y con toda probabilidad esas muertes se deben a alguna ley de<br />

previsión por la cual los organismos en los que gérmenes morbosos han fijado su<br />

residencia (la ciencia moderna ha demostrado de modo concluyente que sólo la sus-<br />

tancia plásmica puede decirse que sea inmortal) tienden a desaparecer en una etapa<br />

cada vez más temprana de su desarrollo, medida que, aunque origen de sufrimiento<br />

para algunos de nuestros sentimientos (de manera sobresaliente para el maternal), es<br />

no obstante, opinamos algunos de nosotros, a la larga beneficiosa para la raza en<br />

general al asegurar con ello la supervivencia de los más aptos. La indicación (¿o<br />

habría que llamarla interrupción?) de Mr. S. Dedalus (Divinitatis Scepticus) de que<br />

un ser omnívoro pueda masticar, deglutir, digerir y aparentemente pasar a través del<br />

conducto habitual con imperturbabilidad pluscuamperfecta alimentos tan diversos<br />

que mujeres de aspecto canceroso demacradas por el parto, corpulentos caballeros<br />

facultativos, por no hablar de políticos icténcos y monjas cloróticas, podrían muy<br />

probablemente hallar alivio gástrico en una inocente colación de tambaleantes<br />

inmaduros, revela como ninguna otra cosa y con un aspecto muy desagradable la<br />

tendencia aludida arriba. Para ilustración de aquellos que no tienen un conocimiento<br />

profundo de las minucias del matadero municipal, como este esteta de mórbida<br />

mentalidad y filósofo en embrión que a pesar de su presuntuoso engreimiento con<br />

asuntos científicos dificilmente es capaz de distinguir un ácido de un álcali se<br />

enorgullece de ser, debería quizás consignarse que tambaleantes inmaduros en el<br />

argot vil de nuestros vendedores de bebidas de baja estofa significa la carne<br />

guisable y comestible de un temero que acaba de caer de su madre. En un reciente<br />

debate público con Mr. L. Bloom (Agente de Publicidad), que tuvo lugar en el salón

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