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James Joyce

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lote de canciones y él tras de mí tal que un alma en pena o un fantasma? Mi<br />

infierno, y el de Irlanda, está en esta vida. Esto es lo que intenté para borrar mi<br />

crimen. Distracciones, caza de grajos, el gaélico (recitó algo), láudano (se llevó el<br />

frasco a los labios), vivir en tienda de campaña. ¡Inútil! Su espectro me sigue los<br />

pasos. La droga es mi única esperanza .... ¡Ah! ¡Perdición! ¡La pantera negra! Con<br />

un grito de repente desapareció y el entrepaño retrocedió. Un instante después su<br />

cabeza apareció en la puerta de enfrente y dijo: Esperadme en la estación de<br />

Westland Row a las once y diez. Se fue. Las lágrimas brotaron a chorros de los ojos<br />

de la tropa disoluta. El adivino levantó las manos al cielo, murmurando: ¡La<br />

vendetta de Mananaurt! El sabio repitió: Lex talionis. Sentimental es aquel que<br />

gustaría gozar sin incurrir en la inmensa deuda de la cosa hecha. Malaquías, vencido<br />

por la emoción, enmudeció. El misterio había sido revelado. Haines era el tercer<br />

hermano. Su verdadero nombre era Childs. La pantera negra era ella misma el<br />

espectro de su propio padre. Bebía droga para borrar. Por este consuelo muchas<br />

gracias. La casa abandonada cerca del cementerio estaba deshabitada. Ni una sola<br />

alma viviría allí. La araña teje su telaraña en soledad. La rata nocturna acecha desde<br />

su agujero. Una maldición hay en ella. Está embrujada. Tierra de asesino.<br />

¿Qué edad tiene el alma del hombre? Así como tiene la virtud del camaleón para<br />

cambiar su tinte con todo lo que se le acerca, de ser alegre con el divertido y triste<br />

con el abatido, del mismo modo su edad es cambiable de acuerdo con su humor.<br />

Leopoldo ya no es, sentado como está ahí, rumiando el bolo de la reminiscencia,<br />

aquel sensato agente de publicidad y poseedor de una modesta fortuna en fondos.<br />

Veinte años han pasado. Ahora es el joven Leopoldo. Ahí, como en sucesión<br />

retrospectiva, espejo dentro de un espejo (¡y listo!), se contempla a sí mismo. Se ve<br />

aquella figura joven de entonces, precozmente varonil, caminando en una mañana<br />

de escarcha desde la vieja casa en Clanbrassil Street hasta el instituto, la cartera<br />

llena de libros en bandolera, y en ella un buen trozo de pan de trigo, una idea de la<br />

madre. O quizás sea la misma figura, pasado ya un año más o menos, con su primer<br />

sombrero hongo (¡ah, aquél sí que fue un gran día!), ya en la calle, un viajante<br />

hecho y derecho de la empresa familiar, equipado con un libro de pedidos, un<br />

pañuelo perfumado (no sólo para lucirlo), un estuche de relucientes artículos de

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