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James Joyce

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mismo, superando cualquier descripción, transmitía la impresión de que no entendía<br />

ni jota de lo que estaba sucediendo. ¡Gracioso, pero que muy gracioso!<br />

A todo esto siguió una pausa más bien larga. Un hombre leía a trompicones un<br />

periódico de la tarde de café manchado, otro la tarjeta con los indígenas choza de,<br />

otro la licencia del marino. Mr. Bloom, por lo que a él personalmente se refería,<br />

estaba sólo meditando con aire pensativo. Recordaba vivamente cúando el<br />

acontecimiento aludido había acaecido tan bien como si fuera ayer,<br />

aproximadamente unos veinte años antes en los días de las agitaciones por la<br />

reforma agraria, cuándo aquello tomó al asalto al mundo civilizado, hablando en<br />

sentido figurado, a principios de los ochenta, el ochentaiuno para ser exactos,<br />

cuando él acababa de cumplir los quince.<br />

-Claro, jefe, cortó el marinero. Devuélvame acá esos papeles.<br />

Habiéndose cumplido el requerimiento los atrapó de un manotazo.<br />

-¿Ha visto el peñón de Gibraltar? interrogó Mr. Bloom. El marinero hizo una<br />

mueca, mascando, de tal manera que podía interpretarse como sí, claro o no.<br />

-Ah, hizo escala allí también, dijo Mr. Bloom, Punta Europa, pensando que sí, con<br />

la esperanza de que el corsario pudiera quizá por algunas reminiscencias pero no lo<br />

hizo, sencillamente arrojó un caño de saliva en el serrín, y agitó la cabeza con una<br />

especie de vago desdén.<br />

-¿Qué año sería eso? inquirió Mr. B. ¿Recuerda los barcos?<br />

Nuestro marinero soi-disant mascó trabajosamente un rato hambrientamente antes<br />

de contestar:<br />

-Estoy harto de todos esos peñones en el mar, dijo, y de barcos y más barcos. Tasajo<br />

todo el tiempo.<br />

Cansado al parecer, lo dejó. Su inquisidor al percibir que no era probable que<br />

consiguiera gran cosa de tan espabilado sujeto, cayó en divagaciones sobre las<br />

enormes dimensiones de las aguas alrededor del globo, baste decir que, como un<br />

vistazo casual al mapa revelaba, cubrían completamente las tres cuartas partes del<br />

mismo y enteramente comprendió por consiguiente lo que significaba gobernar los<br />

mares. En más de una ocasión, una docena como mínimo, cerca del North Bull en<br />

Dollymount había reparado en un viejo hombre de mar jubilado, evidentemente

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