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James Joyce

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55<br />

almas ¿no crees? Más enflautada. Nuestras almas, ruboferidas por nuestros pecados,<br />

se agarran a nosotros aún más, mujer agarrándose a su amante, más y más.<br />

Ella confia en mí, su mano delicada, los ojos pestañosos. ¿Y ahora adónde diablos<br />

la estoy trayendo más allá del velo? A la ineluctable modalidad de la ineluctable<br />

visualidad. Ella, ella, ella. ¿Qué ella? La virgen del escaparate de Hodges Figgis el<br />

lunes que entró a buscar uno de los libros alfabéticos que tú ibas a escribir.<br />

Penetrante mirada le echaste. Con la muñeca por la correa trenzada de su parasol.<br />

Vive en Leeson Park con un dolor y fruslerías, dama de letras. Cuéntale eso a<br />

alguien más, Stevie: una pingona. Apuesto a que lleva uno de esos malditos corsés<br />

ligueros y medias amarillas, zurcidas con hilaza. Háblale de buñuelos de manzana,<br />

piuttosto. ¿Dónde está tu chispa?<br />

Tócame. Ojos suaves. Mano suave suave suave. Estoy tan solo aquí. Venga,<br />

tócame pronto, ahora. ¿Cuál es esa palabra que todos los hombres conocen? Estoy<br />

tan silencioso aquí solo. Y tan triste. Toca, tócame.<br />

Se estiró cuan largo era sobre las rocas picudas, metiendo apretadamente la nota<br />

garabateada y el lápiz en un bolsillo, el sombrero caído sobre los ojos. Ese<br />

movimiento que hice es el de Kevin Egan, cabeceando una siesta, sueño sabático. Et<br />

vidit Deus. Et erant valde bona. ¡Hla, Hla! Bonjour. Bienvenido sea como las flores<br />

de mayo. Bajo el ala observó por entre titilantes pestañas pavoabanicantes el<br />

austrante sol. Estoy atrapado en esta escena abrasadora. La hora de Pan, el mediodía<br />

faunado. Entre serpentanas degomaplenas, frutas lacteorrezumantes, donde sobre las<br />

aguas leonadas flotan hojas a lo ancho. La pena está lejos.<br />

Y no te apartes y le des vueltas.<br />

Su mirada se abismaba en las botas sobradas, desechos de un buco,<br />

nebeneinander. Contó los dobleces del cuero rugoso donde el pie de otro había<br />

anidado cálido. El pie que zapatea el suelo en tripudio, pie que desamo. Pero te<br />

quedaste encantado cuando el zapato de Esther Osvalt te vino a medida: chica que<br />

conocí en París. Tiens, quel petit pied! Amigo leal, alma gemela: el amor de Wilde

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