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James Joyce

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blandido un cuchillo, arma blanca, con el coraje de sus convicciones políticas<br />

(aunque, personalmente, nunca tomaría parte en asuntos de esa clase), de la misma<br />

calaña que las vendettas del sur, poseerla o dejarse colgar por ella, cuando el marido<br />

frecuentemente, después de haber habido unas palabras entre los dos concernientes<br />

a las relaciones de ella con el otro mortal afortunado (habiendo él mandado vigilar a<br />

la pareja) infligía heridas de muerte a su adorada como resultado de una alternativa<br />

liaison postnupcial hundiéndole el cuchillo a ella, hasta que se le ocurrió que Fitz,<br />

cuyo mote era Pellejo, meramente condujo el coche para los verdaderos<br />

perpetradores del atropello y por tanto no fue, si estaba él fehacientemente<br />

informado, verdaderamente parte de la emboscada que, de hecho, fue el alegato por<br />

el que alguna lumbrera legal le había salvado el pellejo. En cualquier caso eso era<br />

agua pasada ya y en cuanto a nuestro amigo, el pseudo Pellejoetcétera, a la vista<br />

estaba que se había quedado más tiempo de lo conveniente. Debería haber muerto<br />

de muerte natural o en lo alto del patíbulo. Como las actrices, siempre<br />

despidiéndose rotundamente su última actuación luego volvían a aparecer<br />

sonriendo. Generosos en exceso desde luego, temperamentales, nada de economías<br />

ni cosas por el estilo, siempre andándose por las ramas. De igual modo tenía una<br />

muy aguda sospecha de que Mr. Johnny Lever se había deshecho de un buen<br />

pellizco de pamé durante el transcurso de sus paseos por los embarcaderos en el<br />

ambiente agradable de la taberna Old Ireland, vuelve a Erín y demás. Luego en<br />

cuanto al otro había oído no hacía mucho exactamente la misma jerga como le contó<br />

a Stephen cómo había simple pero eficazmente silenciado al ofensor.<br />

-Se ofendió por él sabría qué, confesó aquella muy agraviada aunque por lo general<br />

persona ecuánime, que se me escapó. Me llamó judío y de forma vejatonamente<br />

acalorada. Con lo que yo sin desviarme de los hechos concretos en lo más mínimo<br />

le dije que su Dios, quiero decir Cristo, era judío también y toda su familia como yo<br />

aunque en realidad no lo soy. Ésa fue una buena de encajar. Una respuesta suave<br />

calma el furor. No supo qué contestar como todo el mundo comprobó. ¿No estoy en<br />

lo cierto?

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