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James Joyce

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336<br />

-No tomo nada entre bebidas, le digo yo.<br />

-¿Y qué pasaría si le presentamos nuestros respetos a nuestro amigo? dice Joe.<br />

-¿Quién? le digo yo. Ya, pero si es el que anda grillao en el asilo John of God,<br />

pobrecillo.<br />

-¿Por beber sus propios mejunjes? dice Joe.<br />

-Sí, le digo yo. Güisqui con agua en la sesera.<br />

-Vámonos a Bamey Kieman, dice Joe. Quiero ver al paisano.<br />

-Al Bamey el mavourneen, le digo yo. ¿Algo nuevo o especial, Joe?<br />

-Ni pío, dice Joe. Estuve en esa reunión del City Arms.<br />

De qué iba, Joe? le digo yo.<br />

-Tratantes de ganado, dice Joe, por lo de la fiebre aftosa. Quiero referirle al<br />

paisano algo de lo que allí se estuvo cociendo.<br />

De modo que nos fuimos por cerca del cuartel de Linenhall y por la espalda del<br />

juzgado platicando de una cosa y otra. Buena persona ese Joe cuando tiene pasta,<br />

pero, ya ves, nunca la tiene. Recoño, que no salía de mi asombro con lo del jodido<br />

pillo de Geraghty, bandido a pleno día. Por vender sin licencia, que dice él.<br />

Por Inisfail la bella se extienden unas tierras, la tierra del venerado Michán. Allí<br />

se levanta una atalaya visible por los hombres en la lejanía. Allí duermen los restos<br />

de los poderosos como en vida durmieron, guerreros y príncipes de alto renombre.<br />

Una tierra deleitosa en verdad de aguas murmurantes, de arroyos henchidos de<br />

peces donde saltan la trilla, la platija, el rubio, el halibut, el abadejo ganchudo, el<br />

murgón, el gallo, el rodaballo, la acedía, el romero, y la mezcla ordinaria de peces<br />

habitual y otros habitantes del reino acuático demasiado numerosos para ser<br />

enumerados. Con la tibia brisa del oeste y la del este los encumbrados árboles<br />

ondean en diferentes direcciones su inestimable follaje, el oloroso sicómoro, el<br />

cedro del Líbano, el cimero plátano, el eugenésico eucalipto y otros ornamentos del<br />

mundo arbóreo con los que aquella comarca está tan copiosamente bien suplida.<br />

Encantadoras doncellas se sientan en vecina proximidad a las raíces de los<br />

encantadores árboles cantando las más encantadoras canciones mientras juguetean<br />

con toda clase de encantadores objetos como por ejemplo lingotes de oro, pececillos<br />

argénteos, cestas de arenques, contingentes de anguilas, bacalaos pequeños, nasas

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