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James Joyce

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habituales como el sine qua non para cualquier tipo de trabajo de verdad, intelectual<br />

o manual. Debería tomar más comida sólida. Se sentiría otro.<br />

-Los líquidos los puedo tomar, dijo Stephen. Pero ay, hágame el favor de llevarse<br />

ese cuchillo. No le puedo mirar la punta. Me trae a la memoria la historia de Roma.<br />

Mr. Bloom con prontitud actuó según lo indicado y retiró el artículo acriminado, un<br />

cuchillo romo normal de mango de cuerno sin nada particularmente romano o<br />

antiguo en él para el ojo del lego, observando que la punta era su punto menos<br />

llamativo.<br />

-Las historias de nuestro común amigo son como él mismo, comentó Mr. Bloom<br />

apropos de los cuchillos a su confidante sotto voce. ¿Cree que son verdaderas?<br />

Podría seguir contando esas historias durante horas sin parar toda la noche y mentir<br />

con toda la cara del mundo. Mírelo.<br />

Pero aun así aunque los párpados estaban cargados de sueño y aire de mar la vida<br />

estaba llena de un aluvión de cosas y coincidencias de una naturaleza terrible y<br />

estaba muy dentro de los límites de lo posible que no fuera una invención total<br />

aunque a primera vista no había una gran probabilidad inherente de que todas las<br />

patrañas que estaba soltando fueran estrictamente palabra de Dios.<br />

Había estado mientras tanto haciendo inventario del individuo delante de él y<br />

sherlockholmidiéndolo desde que le puso los ojos encima. Aunque hombre bien<br />

conservado de no poca energía, si bien una pizca propenso a la calvicie, había algo<br />

falso en su aspecto personal que sugería salida carcelaria y no requería un gran<br />

esfuerzo de la imaginación asociar tal espécimen de aspecto extraño con la<br />

hermandad de la estopa y galeras. Podía incluso haber liquidado a su hombre su-<br />

poniendo que hubiera contado su propio caso, tal como la gente hacía contando<br />

cosas de otros, a saber, que lo mató él mismo y había servido sus cuatro o cinco<br />

hermosos años en prisión por no decir nada del personaje Antonio (sin parentesco<br />

con el personaje dramático de idéntico nombre salido de la pluma de nuestro poeta<br />

nacional) que expió sus crímenes de la manera melodramática descrita arriba. Por<br />

otro lado podía estar sólo faroleando, una debilidad perdonable porque el<br />

encontrarse con unos barateros inequívocos, residentes en Dublín, como aquellos<br />

caleseros esperando noticias de fuera tentaría a cualquier viejo marinero que

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