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James Joyce

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-Creo que está en Dublín en alguna parte, contestó Stephen despreocupadamente.<br />

¿Por qué?<br />

-Un hombre con cualidades, dilo Mr. Bloom de Mr. Dedalus padre, en más de un<br />

sentido y un raconteur nato si alguna vez hubo uno. Está muy orgulloso, y muy<br />

legítimamente, de usted. Podría volver quizá, aventuró, aún pensando en la escena<br />

tan desagradable de la terminal de Wesdand Row cuando se puso en evidencia que<br />

los otros dos, Mulligan, quiero decir, y aquel turista inglés amigo suyo, que al fin y<br />

al cabo le metieron un embolado a su tercer compañero, estaban intentando a las<br />

claras como si la bulliciosa estación en pleno les perteneciese darle a Stephen<br />

esquinazo en el barullo, cosa que hicieron.<br />

No hubo respuesta inmediata a la sugerencia sin embargo, tal como fue, estando la<br />

imaginación de Stephen demasiado ocupada en figurarse el hogar familiar la última<br />

vez que lo vio con su hermana Dilly sentada junto a la lumbre, el pelo suelto, a la<br />

espera de que un cacao de Trinidad de inferior calidad que se hallaba en el hervidor<br />

costroso de hollín se hiciera para que ella y él se lo pudieran beber con la harina de<br />

1 avena con agua en vez de leche después de los arenques del viernes que habían<br />

comido a un penique el par con un huevo por cabeza para Maggy, Boody y Katey,<br />

el gato mientras tanto debajo de la tabla de la plancha devorando un revoltijo de<br />

cáscaras de huevo y cabezas y espinas de pescado chamuscado sobre un cuadrado<br />

de papel de estraza, de acuerdo con el tercer precepto de la iglesia de ayuno y<br />

abstinencia en los días de precepto, siendo entonces témporas o si no, días de<br />

abstinencia o algo así.<br />

-No, repitió Mr. Bloom de nuevo, yo personalmente no confiaría demasiado en ese<br />

compañero divertido que colabora con el elemento humorístico, el Dr. Mulligan,<br />

como guía, filósofo y amigo si estuviera en su lugar. Él sabe muy bien lo que le<br />

conviene aunque con toda probabilidad nunca se enteró de lo que supone<br />

encontrarse sin la mesa puesta. Claro que usted no advirtió lo que yo. Pero no me<br />

sorprendería lo más mínimo enterarme de que le hubieran puesto un pellizco de<br />

tabaco o algún narcótico en la bebida con algún objetivo ulterior.<br />

Tenía entendido sin embargo por lo que había oído que el Dr. Mulligan era un<br />

hombre completo y versátil, bajo ningún concepto ceñido a la medicina sólo, que

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