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James Joyce

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tanta depravatio hujus seculi, Oquirites ut matresfamiliarum nostrae lascivas<br />

cújuslibet semiviri libici titillationes testibus ponderosis atque excelsi erectionibus<br />

centurionum Romanorum magnopere anteponunt, mientras que para aquellos de<br />

más duro discernimiento remachó su plan con analogías del mundo animal más en<br />

consonancia con sus estómagos, el buco y la gama del claro del bosque, el pato y la<br />

pata de granja.<br />

Valorando en no poco su elegancia, siendo como era un hombre de encantadora<br />

personalidad, este parlanchín aplicóse luego a su vestimenta con reprobaciones un<br />

tanto acaloradas sobre el repentino antojo de las perturbaciones atmosféricas en<br />

tanto que la compaña se deshacía en encomios al proyecto que había adelantado. El<br />

joven caballero, su amigo, no cabiendo en sí de contento como estaba por un<br />

episodio que últimamente habíale acontecido, no pudo abstenerse de contárselo a su<br />

más cercano vecino. Mr. Mulligan, apercibiéndose de la mesa, preguntó para quién<br />

eran aquellos panes y peces y, viendo a un desconocido, le hizo una cortés<br />

reverencia y dilo, ruégote, señor ¿habéis necesidad de alguna asistencia profesional<br />

que nosotros pudiéramos daros? Quien, ante su ofrecimiento diole las gracias muy<br />

cordialmente, aunque conservando las distancias, y replicó que se encontraba allí a<br />

causa de una señora, ahora interna en la casa de Home, que estaba en estado<br />

interesante, pobre criatura, con dolores de parto (y a esto dio un profundo suspiro)<br />

para saber si su ventura había ocurrido ya. Mr. Dixon, para volver las tornas, se<br />

encargó de preguntar a Mr. Mulligan en persona si acaso su incipiente triposidad, de<br />

la que templadamente se mofó, anunciaba una gestación ovoblástica en el utrículo<br />

prostático o matriz masculina o era debida, como en el renombrado médico, Mr.<br />

Austin Meldon, a que llevaba un lobo en el estómago. Por respuesta Mr. Mulligan,<br />

en medio de estruendosas carcajadas por sus paños menores, se golpeó<br />

animosamente por debajo del diafragma, exclamando con una admirable imitación<br />

divertida de la Tía Grogan (la criatura más extraordinaria de su sexo aunque es una<br />

vergüenza que sea una furcia): He aquí una barriga que nunca parió bastardo. Tan<br />

feliz ocurrencia reverdeció la tormenta de hilaridad y disparó a toda la estancia a las<br />

más violentas convulsiones de contento. El bullicioso alboroto habría continuado en<br />

la misma vena bufa si no hubiera sido por cierto rebato en la antecámara.

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