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James Joyce

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263<br />

-Eso es, dijo Ned Lambert. Eso es, sí señor.<br />

-Sería usted tan amable pues, dijo el clérigo, de dejarme la próxima vez quizá ....<br />

-Por supuesto, dijo Ned Lambert. Traiga la cámara fotográfica cuando guste. Yo<br />

me encargaré de quitar los sacos de las ventanas. La puede tomar desde aquí o desde<br />

aquí.<br />

En la aún débil luz se movió de un lado para otro, bordoneando con el listón los<br />

sacos de semillas apilados y los puntos estratégicos en el suelo.<br />

Desde una cara larga una barba y una mirada caían sobre un tablero de ajedrez.<br />

-Le estoy sumamente agradecido, Mr. Lambert, dijo el clérigo. No quiero robarle<br />

su valioso tiempo ....<br />

-Estoy a su disposición, señor, dijo Ned Lambert. Déjese caer por aquí cuando<br />

guste. La próxima semana, digamos. ¿Ve usted?<br />

-Sí, sí. Buenas tardes, Mr. Lambert. Encantado de haberle conocido.<br />

-El placer es mío, señor, contestó Ned Lambert.<br />

Siguió a su invitado hasta la salida y luego lanzó el listón revoloteando por entre<br />

los pilares. Junto con J. J. O'Molloy se encaminó lentamente hacia Mary's Abbey<br />

donde unos carreteros cargaban en carros sacos de harina de algarroba y de areca,<br />

O'Connor, Wexford.<br />

Se detuvo a leer la tarjeta que tenía en la mano.<br />

-Reverendo Hugh C. Love, Rathcoffey. Dirección actual: Saint Michael, Sallins.<br />

Es un joven agradable. Está escribiendo un libro sobre los Fitzgeralds me contó.<br />

Está muy al día en historia, rediez.<br />

La joven con sumo cuidado se desprendió de la falda liviana una brizna pegada.<br />

-Pensé que andaba metido en una nueva conspiración de la pólvora, dijo J. J.<br />

O'Molloy.<br />

Ned Lambert se crujió los dedos al aire.<br />

-¡Dios! exclamó. Se me olvidó contarle aquella sobre el conde de Kildare después<br />

de que prendiera fuego a la catedral de Cashel. ¿La conoce? Me jode haberlo hecho,<br />

va y dice, pero juro por Dios que pensaba que el arzobispo estaba dentro. Puede<br />

que no le gustara, sin embargó. ¿Qué? Por todos los santos, se la contaré de todas

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