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James Joyce

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906<br />

esta cosa se me enrolla por debajo encima él y sus sandeces así está mejor solía<br />

estar empapada entonces con el calor la camisa chorreando de sudor pegada a los<br />

panderos en la silla cuando me levantaba estaban tan gordezuelos y firmes cuando<br />

me ponía de pie en los cojines del sofá para ver con la ropa levantada y enjambres<br />

de bichos por la noche y los mosquiteros no podía leer ni una línea Dios cuánto<br />

tiempo parece que hace siglos claro que nunca volvieron y ella no puso bien la<br />

dirección tampoco pudo haberse dado cuenta su guiri la gente siempre se estaba<br />

yendo y nosotros nunca me acuerdo de aquel día con las olas y las barcas meciendo<br />

sus altas proas y el olor a barco aquellos Oficiales de uniforme de permiso en tierra<br />

me mareaba él no dijo nada era muy serio yo llevaba las botas altas de botones y la<br />

falda se me volaba ella me besó seis o siete veces anda que no lloré sí creo que sí o<br />

casi los labios me temblaban cuando le dije adiós ella llevaba un abrigo Precioso de<br />

un color azul especial para el viaje de hechura muy particular como para un lado y<br />

era sumamente bonito se volvió todo muy aburrido después que se fueron y casi<br />

planeé fugarme de allí como loca a algún sitio nunca estamos tranquilos donde<br />

estamos padre o la tía o el matrimonio esperando siempre esperando llevaaaarle<br />

aaaaa mí esperando tampoco sus alados pies apresuraaaados sus malditos cañones<br />

estallando y tronando por todas partes especialmente en el cumpleaños de la Reina y<br />

tirándolo todo por medio si no se abrían las ventanas cuando el general Ulises Grant<br />

quienquiera que fuera o hiciera se suponía que era una personalidad importante<br />

desembarcó y el viejo Sprague el cónsul que estaba allí desde antes del diluvio de<br />

gala pobre hombre y él de luto por el hijo luego los cornetines de siempre para<br />

toque de diana por la mañana y los tambores redoblando y los desgraciados<br />

soldados pobres diablos de un lado para otro con los platos del rancho apestando el<br />

lugar más que los viejos judíos barbudos con sus chilabas y la asamblea de levitas y<br />

el toque de guardia y el cañonazo para que los hombres crucen la línea y el vigilante<br />

andando con sus llaves a cerrar la verja y las gaitas y sólo el capitán Groves y padre<br />

hablaban de Rorkes Drift y Plevna y de Sir Gamet Wolseley y Gordon en Jartum<br />

encendiéndoles las pipas cada vez que se les apagaban viejo diablo borracho con su<br />

grog en el alféizar que no deja ni gota metiéndose el dedo en la nariz intentando<br />

acordarse de algún otro chiste verde que contar en un rincón pero nunca se propasó

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