28.04.2013 Views

James Joyce

James Joyce

James Joyce

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

353<br />

habían sido sustraídos por él durante la reyerta de los bolsillos de sus jóvenes<br />

colegas con la esperanza de que entraran en razón. Los objetos (que incluían varios<br />

cientos de relojes de oro y plata de señora y caballero) fueron prontamente<br />

restituidos a sus legítimos propietarios y la armonía general reinó suprema.<br />

Serenamente, con sencillez Rumbold ascendió hasta el patíbulo con flamante traje<br />

de calle y en el ojal su flor predilecta, el Gladiolus Cruentus. Anunció su presencia<br />

con aquella discreta tosecilla rumboldiana que tantos han intentado (sin éxito) imitar<br />

- corta, remilgada y en el fondo tan característica de aquel hombre. La llegada del<br />

mundialmente conocido verdugo fue saludada con una estruendosa aclamación de la<br />

ingente concurrencia, las damas de la comitiva virreinal ondeaban sus pañuelos en<br />

su entusiasmo mientras que los aún más entusiasmables delegados extranjeros<br />

vitoreaban vocingleros en una mezcolanza de gritos, hoch, banzai, el én, zivio,<br />

chinchin, polla kronia, hiphip, vive, Allah, entre los cuales el resonante eviva del<br />

delegado de la tierra del canto (en clave de Fa Mayor que recordaba aquellas<br />

desgarradoras notas encantadoras con las que el eunuco Catalani fascinaba a<br />

nuestras tatarabuelas) era fácilmente distinguible. Eran las diecisiete en punto. La<br />

señal para la oración fue dada entonces Prontamente por el megáfono y en un<br />

instante todas las cabezas se descubrieron, el sombrero patriarcal del<br />

commendatore, que había estado en posesión de la familia desde la revolución de<br />

Rienzi, siéndole retirado por el ayudante médico que le acompañaba, el Dr. Pippi.<br />

El sabio prelado que administraba las últimas ayudas de la santa religión al héroe<br />

mártir cuando se iba a ejecutar la pena capital se arrodilló con el más grande espíritu<br />

cristiano en un charco de agua de lluvia, la sotana sobre la cana cabeza, y ofrendó al<br />

trono de gracia fervientes oraciones de súplica. Con la mano junto al tajo se alzaba<br />

la siniestra figura del ejecutor, el semblante oculto tras un puchero de diez galones<br />

con dos aberturas circulares perforadas por las que los ojos destellaban feroces.<br />

Mientras esperaba la señal fatal probaba el filo del arma horrible afilándolo en el<br />

musculoso brazo o decapitando en rápida progresión un rebaño de ovejas que los<br />

admiradores de su funesto aunque necesario oficio habían proporcionado. Sobre una<br />

delicada mesa de caoba cerca de él estaban meticulosamente dispuestos el cuchillo<br />

de descuartizar, las diferentes herramientas de destripar cuidadosamente templadas

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!