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James Joyce

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salió de inmediato porque se volvió hacia el donante y le dio las gracias con<br />

perfecto aplomb, diciendo: Gracias, señor, aunque en un tono de voz muy diferente<br />

del dechado de la profesión jurídica cuyo tocado Bloom también había adecentado<br />

con anterioridad durante aquel día, la historia que se repite con alguna diferencia,<br />

después del entierro de un amigo común cuando le habían dejado solo en su gloria<br />

tras la tarea terrible de haber confiado sus restos a la sepultura.<br />

Por otro lado lo que le encolerizaba en lo más íntimo eran los burdos chistes del<br />

cochero y demás calaña que se lo tomaban todo a broma, riendo sin moderación,<br />

haciendo como que lo entendían todo, el porqué y los motivos, y en realidad no<br />

sabiendo ni lo que ellos mismos querían, siendo aquél un caso que concernía a las<br />

dos partes implicadas a menos que resultara que el marido legítimo tuviera algo que<br />

ver en ello debido a alguna carta anónima del típico chivato, que por ca sualidad<br />

hubiera dado con ellos en el momento crítico en situación amorosa trabados el uno<br />

en los brazos del otro, llamando la atención hacia su ilícito proceder y que llevara a<br />

un revuelo doméstico y a que la bella descarriada pidiera perdón a su dueño y señor<br />

de rodillas y prometiera romper la relación y no aceptar más sus visitas si es que el<br />

marido ofendido pasaba por alto el asunto y dejaba correr el agua con lágrimas en<br />

los ojos ella aunque posiblemente con su bella boca chica al mismo tiempo ya que<br />

muy posiblemente había otros más. Él personalmente, teniendo inclinación al<br />

escepticismo, creía y no tenía pelos en la lengua para decirlo además que el hombre<br />

o los hombres en plural siempre andaban rondando en la lista de espera de alguna<br />

dama, aun suponiendo que se tratara de la mejor esposa del mundo y se llevaran<br />

bastante bien hipotéticamente, hasta el momento en que, desatendiendo ella sus<br />

obligaciones, elegía sentirse cansada de la vida de casada y le daba por un poco de<br />

aventurilla en libertinaje comedido para activar las atenciones de ellos con<br />

intenciones deshonestas, siendo el resultado que su cariño se centraba en otro, la<br />

razón de muchas liaisons entre mujeres casadas aún atractivas rondando los<br />

cuarenta y hombres más jóvenes, sin duda como muchos casos famosos de<br />

infatuación femenina habían demostrado hasta la saciedad.<br />

Era una verdadera lástima que un joven, bendecido con una buena dosis de caletre<br />

como a su vecino obviamente le sucedía, gastara su valioso tiempo con mujeres

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