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James Joyce

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fijos en él, sacó los pulgares rápidamente de los bolsillos de su chaleco burdeos y se<br />

quitó la gorra hacia ella. Una adorable vedette, la gran Marie Kendall, con mejillas<br />

repintadas y falda arremangada sonreía repintadamente desde su cartel a William<br />

Humble, conde de Dudley, y al teniente-coronel H. G. Heseltine, y también al<br />

honorable Gerald Ward edecán. Desde la ventana de la C.P.D. Buck Mulligan<br />

alegremente, y Haines gravemente, miraban abajo al séquito virreinal por encima de<br />

los hombros de entusiastas parroquianos, cuya masa de siluetas oscurecía el tablero<br />

de ajedrez sobre el que John Howard Parnell miraba absorto. En Fowne Street Dilly<br />

Dedalus, forzando la vista hacia arriba del compendio elemental de francés de<br />

Chardenal, vio parasoles extendidos y radios de ruedas que giraban en el reverbero.<br />

John Henry Merton, llenando la entrada de los Edificios Comerciales, miraba<br />

fijamente con ojos de ostras abultados del vino, al tiempo que sostenía un pesado<br />

reloj de oro de cazador que no miraba con la pesada mano izquierda que no lo<br />

sentía. Donde la pata delantera del caballo de King Billy manoteaba al aire Mrs.<br />

Breen tiró hacia atrás de su apresurado marido de debajo de los cascos de los<br />

batidores. Le gritó al oído las nuevas. Comprendiendo, se cambió los tomos al<br />

pecho izquierdo y saludó al segundo coche. El honorable Gerald Ward edecán,<br />

agradablemente sorprendido, se apresuró a contestar. En la esquina de la librería<br />

Ponsonby un jarro blanco agotado H. se detuvo y cuatro jarros blancos enchis-<br />

terados se detuvieron tras él, E.LYS, mientras batidores cabriolaban por delante y<br />

carruajes. Enfrente de los almacenes de música de Pigott Mr. Denis J. Maginni,<br />

profesor de baile etc., con alegre indumentaria, caminaba gravemente, pasado de<br />

largo por un virrey e inobservado. Por el muro del rector venía airosamente Boylan<br />

Botero, pisando con zapatos color canela y calcetines con recuadros azulcelestes al<br />

compás de la canción de Mi chica es una chica de Yorkshire. Boylan Botero<br />

presentó a las frontaleras azulcelestes y al cabrioleo de los delanteros una corbata<br />

azulceleste, un canotié de ancha ala a lo chulo y un traje de estameña índigo. Sus<br />

manos en los bolsillos de la chaqueta olvidaron saludar pero ofreció a las tres damas<br />

la admiración atrevida de sus ojos y la flor roja entre los labios. Mientras circulaban<br />

por Nassau Street Su Excelencia llamó la atención de su inclinante consorte que<br />

saludaba sobre el programa de música que se estaba ofreciendo en College Park.

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