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James Joyce

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el dolor y juntaron sus manos por última vez. Un nuevo torrente de lágrimas manó<br />

de sus conductos lacrimales y la inmensa concurrencia de gente, conmovida en lo<br />

más hondo, prorrumpió en sollozos lastimeros, no siendo el menos afectado el<br />

mismo anciano prebendado. Hombres como robles, representantes de la ley y<br />

simpáticos gigantones de la guardia real irlandesa, hacían uso abiertamente de sus<br />

pañuelos y no se andaría descaminado si se afirmara que no había un solo ojo seco<br />

en aquella inigualable muchedumbre. Un incidente cargado de romanticismo tuvo<br />

lugar cuando un apuesto licenciado por Oxford, conocido por su caballerosidad<br />

hacia el sexo débil, se adelantó y, presentando su tarjeta de visita, su cartilla de<br />

ahorros y árbol genealógico, solicitó la mano de la desventurada joven, rogándole<br />

que pusiera la fecha, y fue aceptado en el acto. Cada una de las damas del público<br />

fue agasajada con un artístico recuerdo del acontecimiento en forma de broche con<br />

calavera y fémures, una oportuna y generosa acción que originó una nueva<br />

explosión emotiva: y cuando el galante joven de Oxford (portador, todo hay que<br />

decirlo, de uno de los apellidos más tradicionales en la historia de Albión) colocó en<br />

el dedo de la sonrojada fiancée un costoso anillo de compromiso con esmeraldas<br />

engarzadas en forma de trébol de cuatro hojas el entusiasmo no conoció límites. Es<br />

más, el severo jefe de la policía militar, teniente coronel TomkinMaxwell<br />

Francotirador Tomlinson, que presidía el triste acto, el que había reventado a un<br />

número considerable de cipayos en la boca del cañón sin pestañear, no podía ahora<br />

dominar su sensibilidad natural. Con su guantelete de malla secó una lágrima furtiva<br />

al tiempo que le oyeron aquellos privilegiados ciudadanos que casualmente se<br />

hallaban en su inmediato entourage, que murmuraba para sí en quebrada voz baja:<br />

-Que me jodan si esa presumida no es una puta pijotera. No te pode vamos que me<br />

va a hacer llorar, ya ves, cuando me la echo a la cara que parece como si viera a mi<br />

colchona que me espera allá en Limehouse.<br />

De modo que entonces empieza el paisano a hablar de la lengua de Irlanda y de la<br />

reunión de la corporación y demás rollo y de los estirados que no hablan su propia<br />

lengua y Joe dando la tabarra que si le había gorroneado a alguien una libra y<br />

Bloom empalagoso como siempre con el veguero de a dos peniques que le había<br />

sacado a Joe y a vueltas con lo de la liga gaélica y que si la liga anticonvidadas y

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