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James Joyce

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atrás de su pantalón había, para variar el tradicional adagio, liado el petate, aunque,<br />

metiéndose de lleno en el meollo de la cosa, no le dio mayor importancia a la<br />

desgracia. Así que como ninguno de los dos tenía especialmente prisa, como era el<br />

caso, y refrescado que hubo la temperatura desde que aclarara tras la reciente visita<br />

de Júpiter Pluvio, talonearon de frente por donde el vehículo vacío que esperaba sin<br />

pasaje ni calesero. Sucedió que un vagón de obras de la United Company de<br />

Tranvías de Dublín iba de recogida y el hombre mayor refirió a su compañero à<br />

propos del incidente su propia escapada verdaderamente milagrosa de hacía un rato.<br />

Dejaron atrás la entrada principal de la estación de ferrocarril Great Northern, el<br />

punto de partida para Belfast, donde evidentemente todo el tráfico se había in-<br />

terrumpido a tan altas horas, y dejando atrás la puerta trasera de la morgue (un<br />

paraje no muy agradable, por no decir horripilante sobremanera, muy especialmente<br />

de noche), alcanzaron por último la Dock Tavem y a su debido tiempo doblaron<br />

hacia Store Street, famosa por la comisaría de policía de la división C. Entre este<br />

punto y los altos almacenes ahora apagados de Beresford Place Stephen pensó en<br />

pensar sobre Ibsen, que asociaba con Baird el marmolista en su mente de alguna<br />

manera en Talbot Place, la primera bocacalle a la derecha, mientras que el otro que<br />

procedía como su fidus Achates inhalaba con satisfacción interna el tufillo de la<br />

panadería urbana de <strong>James</strong> Rourke, situada muy cerca de donde estaban, el olor<br />

verdaderamente sabroso del pan nuestro de cada día, de todos los productos de<br />

consumo público el primordial y más indispensable. Pan, sostén de la vida, gánate<br />

el pan, oh decidme dónde está del pan la fantasía, en Rourke el panadero decían.<br />

En route a su taciturno y, por no decirlo demasiado tajantemente, no aún<br />

perfectamente sobrio compañero Mr. Bloom que a todas luces estaba en plena<br />

posesión de sus facultades, nunca mejor dicho, de hecho asquerosamente sobrio, le<br />

dirigió unas palabras de advertencia ref los peligros de los barrios nocturnos, las<br />

mujeres de mala fama y los carteristas de guante blanco, lo cual, a duras penas<br />

permisible de vez en cuando aunque no como práctica habitual, era en sí mismo una<br />

verdadera trampa mortal para jóvenes de su edad concretamente si habían adquirido<br />

hábitos de beber bajo la influencia del alcohol a menos que supieras un poco de<br />

jiujitsu para cualquier contingencia ya que incluso alguien en tierra desplomado

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