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James Joyce

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-Algo que nunca he entendido, dijo para ser original sin pensárselo dos veces. Por<br />

qué ponen las mesas patas arriba por la noche, quiero decir las sillas patas arriba,<br />

encima de las mesas de los cafés.<br />

A cuyo impromptu el indefectible Bloom replicó sin dudarlo un momento, diciendo<br />

al punto:<br />

-Para barrer el suelo por la mañana.<br />

Dicho esto se escurrió por un lado, diligentemente considerando, sincero al mismo<br />

tiempo que apologético para ponerse a la derecha de su acompañante, una<br />

costumbre suya, dicho sea de paso, siendo su lado derecho, según expresion clásica,<br />

su debilidad de Aquiles. El aire de la noche era en z:<br />

verdad a estas horas un placer de respirar aunque Stephen andaba un poco flojo de<br />

los remos.<br />

-Le hará (el aire) bien, dijo Bloom, queriendo decir también el paseo, en un<br />

momento. No hay como andar luego te sientes otro. Vamos. No está lejos. Apóyese<br />

en mí.<br />

Consiguientemente pasó su brazo izquierdo por el derecho de Stephen y se lo llevó<br />

consiguientemente<br />

-Sí, dilo Stephen indeciso porque le parecía que sentía una cierta carne desconocida<br />

de alguien diferente que se le acercaba, sin nervio y temblorosa y todo eso.<br />

De todas formas pasaron la garita con las piedras, el brasero etc. donde el suplente<br />

municipal, ex Gumley, estaba aún a todos los efectos en brazos de Murfeo, tal como<br />

dice el adagio, soñando con frescas campiñas y pastos nuevos. Y apropos de ataúdes<br />

de piedras la analogía no era del todo mala ya que fue en realidad una lapidación a<br />

muerte de parte de setentaidós distritos electorales de los ochenta y pico que le<br />

dejaron en la estacada en el momento de la escisión y principalmente la ensalzada<br />

clase campesina, probablemente los mismísimos aparceros desahuciados que él<br />

había plantado en sus tierras.<br />

De modo que pasaron a charlar de música, una forma de arte por la que Bloom,<br />

como simple amateur, sentía un especial cariño, mientras proseguían su camino<br />

cogidos del brazo por Beresford Place. La música wagneriana, aunque manifies-<br />

tamente grandiosa a su manera, era un tanto pesada para Bloom y dificil de seguir a

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