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James Joyce

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750<br />

Ya, ya, suspiró el marinero, bajando la mirada a su pecho varonil. Él también se fue.<br />

Comido por tiburones después. Ya, ya.<br />

Se soltó la piel con lo que el perfil tomó la expresión normal de antes.<br />

-Un trabajo bien hecho, dijo el estibador número uno.<br />

-¿Y para qué es el número? indagó el zángano número dos.<br />

-¿Se lo comieron vivo? preguntó un tercero al marinero.<br />

-Ya, ya, suspiró de nuevo el último personaje, más animadamente y esta vez con<br />

una especie de media sonrisa de breve duración sólo en dirección al que preguntaba<br />

por el número. Comido. Griego era.<br />

Y luego añadió con humor más bien patibulario considerando su referido final:<br />

-Tan malo como el viejo Antonio,<br />

que me dejó solonio.<br />

La cara de una fulana vidriosa y ojerosa bajo un sombrero de paja negro fisgó<br />

torcida por la puerta del albergue palpablemente reconociendo el terreno ella sola<br />

con el objeto de embolsarse unos granitos de arena más. Mr. Bloom, sin saber<br />

apenas a qué lado mirar, se dio la vuelta al instante aturrullado aunque<br />

exteriormente en calma, y, cogiendo de la mesa la hoja deportiva de la publicación<br />

de Abbey Street que el calesero, si es que lo era, había dejado a un lado, la cogió y<br />

miró el color rosa del papel aunque por qué rosa. La razón para actuar así fue que<br />

reconoció al instante cerca de la puerta la misma cara que había vislumbrado fugaz<br />

esa tarde en Ormond Quay, la mujer medio idiotizada, a saber la del callejón que<br />

conocía a la señora con la ropa marrón que siempre teníamos encima (Mrs. B.) y le<br />

solicitó la probabilidad de sacarle los trapos sucos. Además por qué trapos sucios<br />

que parecía más impreciso que otra cosa, los trapos sucios de usted. Aun así, la<br />

sinceridad le exigía admitir que él le había lavado la ropa interior sucia a su mujer<br />

en Holles Street y las mujeres harían y hacían de hecho lo mismo con similares<br />

prendas de hombre marcadas con iniciales en tinta de marcar de Bewley and Draper<br />

(las de ella, se quiere decir) si realmente le querían, o sea, los amigos de mi camisa<br />

sucia mis amigos son. Aun así precisamente en aquel momento, estando como<br />

estaba sobre ascuas, prefería huir de la cara a la cara de la mujer por lo que le<br />

resultó un verdadero alivio el que el dueño le hiciera una indicación grosera para

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