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James Joyce

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disolutas que podían brindarle unas buenas que le duraran toda la vida. En la<br />

naturaleza de la felicidad del soltero estaba el que un día tomara para sí una esposa<br />

cuando doña Elegida apareciera en escena pero en el ínterin la compañía de señoras<br />

era una conditio sine qua non aunque él tenía las más serias dudas, no es que él<br />

quisiera en lo más mínimo sonsacarle a Stephen acerca de Miss Ferguson (que era<br />

muy posiblemente la estrella polar que le había traído a Inshtown tan de mañana),<br />

con respecto a si encontraría gran satisfacción gozando de la idea de un noviazgo<br />

entre chico y chica y en la compañía de señoritas pazguatas sin un céntimo en el<br />

bolsillo de sonrisas tontorronas bisemanal o trisemanalmente con las típicas zara-<br />

gatas preliminares de juguetear con cumplidos y salir de paseo que conducen a<br />

mimitos y flores y chocolatinas. Pensar en él sin casa ni hogar, estafado por alguna<br />

patrona peor que cualquier madrastra, era verdaderamente demasiado penoso a su<br />

edad. Las cosas raras que inesperadamente soltaba atraían al hombre mayor que<br />

tenía varios años más que él o que podía ser su padre pero algo nutritivo sí que<br />

debería comer aunque sólo fuera un ponche de huevo hecho con alimento materno<br />

sin adulterar o, en su defecto, el casero huevecillo pasado por agua.<br />

-¿A qué hora comió? preguntó a la delgada figura y cansada cara aunque sin<br />

arrugas.<br />

-A alguna hora de ayer, dijo Stephen.<br />

-¡Ayer! Bloom prorrumpió hasta que recordó que ya era mañana viernes. ¡Ah,<br />

quiere decir que son después de las doce!<br />

-Anteayer, dijo Stephen, corrigiéndose.<br />

Pasmado ante esta información Bloom reflexionó. Aunque no veían las cosas con<br />

los mismos ojos de alguna manera una cierta analogía sí que la había como si sus<br />

mentes siguieran, por así decirlo, el mismo hilo de pensamiento. A su edad cuando<br />

él andaba metido en política hacía unas decenas de años atrás cuando fue un quasi<br />

aspirante a los honores parlamentarios en los días del Postaszorreras Foster él tam-<br />

bién recordaba en retrospectiva (lo que era en sí una fuente de viva satisfacción) que<br />

tenía una consideración secreta por esas mismas ideas ultras. Por ejemplo cuando el<br />

problema de los aparceros desahuciados, entonces en sus iniciales comienzos,<br />

ocupaba extensamente la mente de las gentes aunque, ni que decir tiene, sin

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