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James Joyce

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años y metodista pero recibe el sacramento y puede ser visto los domingos de sol<br />

con un par de sus mocitos por el puerto de Bullock pescando de anzuelo en la<br />

dársena con una caña de carrete o en una batea que tiene rastreando en busca de<br />

acedías y romeros y pesca una buena cesta, tengo oído. En resumen un inmenso y<br />

grande aguacero y todo refrescado y mucho incrementará la cosecha aunque los que<br />

entienden dicen que después de viento y agua llegará el fuego por una<br />

pronosticación del amanaque de Malaquías (y tengo oído que Mr. Russell ha hecho<br />

un ensalmo profético de la misma enjundia tomado del hindi para su gaceta del<br />

labrador) por aquello de que haya tres cosas en total pero esto es pura invención sin<br />

fundamento de razón para carcamales y críos aunque a veces uno haya que acierte<br />

con sus onginalidades y no hay manera de decir cómo.<br />

En esto llegó Lenehan a los pies de la mesa y dijo que la carta estaba en la gaceta<br />

de la noche y dio un espectáculo buscándosela (pues juraba por su honor que había<br />

estado en apuros por ella) pero por instigación de Stephen dejó la búsqueda y se le<br />

rogó que se sentara allí a lo que convino con gran presteza. Era una suerte de<br />

caballero deportoso que pasaba por ser un payaso o un buen pillo y en lo que a<br />

mujeres concemía, caballos o escándalos picantes estaba al cabo de la calle. A decir<br />

la verdad era escaso en fortuna y la mayor parte del tiempo la pasaba husmeando<br />

por los cafés y tabernas de dudosa reputación con reclutadores, mozos de cuadra,<br />

corredores de apuestas, haraganes, recaderos, aprendices, busconas, señoras de<br />

mancebía y otros pícaros de esa estofa o con algún alguacil de ocasión o algún<br />

galafate con frecuencia por las noches hasta pleno día de los que sacaba entre<br />

cordial y cordial no pocos comadreos sueltos. Tomaba su ordinario en alguna<br />

alhóndiga y aunque sólo podía embucharse una ración de sobras de comida o un<br />

plato de tripas con un triste centavo en su bolsa siempre podía sin embargo salir del<br />

paso con la lengua, alguna ocurrencia licenciosa de una mujerzuela o chismorrería<br />

con lo que cualquier hijo de vecino reventaría de risa. El otro, Costello se entiende,<br />

oyendo este parlamento preguntó si era poesía o cuento. Pardiez, dice él, Frank (que<br />

ése era su nombre), se trata de las vacas de Kerry que van a ser sacrificadas por lo<br />

de la peste. Por mí que las ahorquen, dice con un guiño, y también a su carne<br />

enlatada, maldita sea. Un buen pescado hay en este bote el mejor que de él saliera y

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