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James Joyce

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tablón izado sobre una colina en medio de la isla que decía en letras impresas: Por<br />

orden de Lord Harry, Verde sea la hierba que crece en los campos. Y, dice Mr.<br />

Dixon, si alguna vez olía a un cuatrero en Roscommon o en las tierras agrestes de<br />

Connemara o que un labriego de Sligo sembrara si tan siquiera un puñado de<br />

mostaza o un saco de semilla de colza allá que se lanzaba hecho un basilisco por<br />

media nación arrancando de raíz con los cuernos cuanto estuviera sembrado y todo<br />

por órdenes de lord Harry. Hubo mala sangre entre ellos al principio, dice. Mr.<br />

Vincent, y el lord Harry encomendó al ganadero Nicholas a todos los diablos del<br />

infierno y le llamó chuloputas y que guardaba siete furcias en su casa y había de<br />

entremeterse en sus cosas, dice él. He de hacer que ese animal las pase mal, dice él,<br />

con la ayuda de la buena picha que me dejó mi padre. Pero una noche, dice Mr.<br />

Dixon, cuando el lord Harry se encontraba limpiándose la pelleja para ir a cenar<br />

después de ganar una regata (tenía remos de pala para él pero la primera regla de la<br />

carrera era que los otros habían de remar con horcas) descubrió que tenía un<br />

extraordinario parecido con un toro y al coger un apulgarado enquindion que<br />

guardaba en la despensa halló de cierto que era descendiente por relación carnal<br />

detrás de la iglesia del famoso toro campeón de los romanos, Bos Bovum, que es<br />

castizo latín de macarronea para el toro de la manada. Tras eso, dice Mr. Vincent, el<br />

lord Harry metió la cabeza en un abrevadero de vacas en presencia de todos sus<br />

cortesanos y sacándola otra vez les comunicó a todos su nuevo nombre. Luego, con<br />

el agua chorreándole por todo, se puso una vieja bata y y una falda que habían<br />

pertenecido a su abuela y se compró una gramática de la lengua de los toros para<br />

estudiar pero nunca fue capaz de aprender en ella una sola palabra excepto el pro-<br />

nombre de primera persona que copió en grandes letras y consiguió aprendérselo de<br />

memoria y si alguna vez salía a dar un paseo se llenaba los bolsillos de tizas para<br />

escribirlo donde se le antojara, en el canto de una piedra o en la mesa de un salón de<br />

té o en un fardo de algodón o en un flotador de corcho. Para ser breve, él y el toro<br />

de Irlanda se hicieron pronto tan amigos como culeras y posaderas. Fueron amigos,<br />

dice Mr. Stephen, pero el final fue que los hombres de la isla no viendo de dónde<br />

podía venirles una ayuda pronta, y puesto que las desagradecidas mujeres estaban<br />

de acuerdo, construyeron una balsa de troncos, se embarcaron en ella y subieron a

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