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James Joyce

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412<br />

-Espera, dijo Cissy, voy corriendo a preguntarle a tío Perico qué hora es por su<br />

pitito.<br />

De modo que allá que se va y cuando él la vio venir ella le vio sacarse la mano del<br />

bolsillo, que se ponía nervioso, y que empezaba a jugar con la cadena del reloj,<br />

mirando en dirección a la iglesia. Aunque él era de naturaleza apasionada Gerty vio<br />

que tenía un enorme control de sí mismo. Un instante antes allí estaba él, fascinado<br />

por una belleza que le hacía mirar, y al instante siguiente volvía a ser el señor<br />

apacible de rostro serio, el autocontrol reflejado en cada surco de su distinguida<br />

figura.<br />

Cissy dijo que la disculpara si le importaría por favor decirle la hora exacta y<br />

Gerty vio cómo sacaba el reloj, lo escuchaba y miraba para arriba y se aclaraba la<br />

garganta y dijo que lo sentía que se le había parado el reloj pero que pensa ba que<br />

debían de ser las ocho pasadas porque el sol se había metido. Había en su voz un<br />

toque refinado y aunque hablaba con acento cuidado había un asomo de temblor en<br />

su tono meloso. Cissy dijo gracias y volvió con la lengua fuera y dijo que el tío<br />

decía que no le funcionaba el caño.<br />

Luego cantaron la segunda estrofa del Tantum ergo y el Canónigo O'Hanlon se<br />

levantó otra vez e incensó el Santísimo y se arrodilló y le dijo al Padre Conroy que<br />

una de las velas estaba a punto de prenderle fuego a las flores y el Padre Conroy se<br />

levantó y lo arregló convenientemente y ella veía cómo el señor le daba cuerda al<br />

reloj y escuchaba a ver si funcionaba y columpió más la pierna para dentro y para<br />

fuera al mismo tiempo. Estaba oscureciendo pero él podía ver y estuvo mirando<br />

todo el tiempo que le estuvo dando cuerda al reloj o lo que le estuviera haciendo y<br />

luego se lo volvió a guardar y se metió las manos en los bolsillos. Sintió como una<br />

sensación que la embargaba por completo y lo sabía por la sensibilidad del cuero<br />

cabelludo y esa irritación contra el corsé que eso le iba a venir pronto porque la<br />

última vez fue también cuando se cortó el pelo por lo de la luna. Sus ojos oscuros se<br />

clavaron en ella de nuevo, absorbiéndole todas sus curvas, literalmente venerándola<br />

en un altar. Si alguna vez hubo admiración espontánea en la mirada apasionada de<br />

un hombre a la vista estaba en el rostro de aquel hombre. Es por ti, Gertrude<br />

MacDowell, y tú lo sabes.

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