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James Joyce

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27<br />

Algunos rieron otra vez; tristemente, pero con intención. Dos de la última banca<br />

cuchicheaban. Sí. Sabían: ni habían aprendido ni jamás habían sido inocentes.<br />

Todos. Con envidia observó las caras: Edith, Ethel, Gerty, Lily. Sus parecidos: sus<br />

alientos, también, dulzones por el té y la mermelada, sus pulseras riendo<br />

disimuladamente en el forcejeo.<br />

-El espigón de Kingstown, dijo Stephen. Sí, un puente frustrado.<br />

Las palabras turbaron sus miradas.<br />

-¿Cómo, señor? preguntó Comyn. Los puentes están sobre los ríos.<br />

Para el libro de dichos de Haines. Nadie aquí para oírlo. Esta noche diestramente<br />

en la algarabía de copas y voces, horadar la pulida malla de su mente. ¿Y entonces<br />

qué? Un bufón en la corte de su amo, mimado y despreciado, ganándose la alabanza<br />

de un amo clemente. ¿Por qué habían elegido todos ese papel? No era precisamente<br />

por la caricia suave. También para ellos la historia era un cuento como cualquier<br />

otro oído demasiado a menudo, su tierra una casa de empeños.<br />

De no haber caído Pirro a manos de una buscona en Argos o no haber sido julio<br />

César apuñalado de muerte. No deben desterrarse del pensamiento. El tiempo los ha<br />

marcado y encadenados se alojan en la habitación de las posibilidades infinitas que<br />

ellos han desplazado. Pero ¿son posibles aquéllas sabiendo que nunca existieron?<br />

¿O fue sólo posible aquello que llegó a ocurrir? Teje, tejedor del viento.<br />

-Cuéntenos un cuento, señor.<br />

-¡Sí, sí, señor! Un cuento de fantasmas.<br />

-¿Por dónde nos quedamos aquí? preguntó Stephen abriendo otro libro.<br />

-No lloréis más, dijo Comyn.<br />

-Continúe pues, Talbot.<br />

-¿Y el cuento, señor?<br />

-Después, dijo Stephen. Continúe, Talbot.<br />

Un chico moreno abrió un libro y lo reclinó resueltamente contra la solapa de la<br />

cartera. Recitó ristras de versos echando ojeadas furtivas al texto:<br />

-No lloréis más, tristes pastores, no lloréis más<br />

pues Licas, vuestro pesar, no está muerto,<br />

aunque hundido esté bajo la piel de las ondas....

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