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James Joyce

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274<br />

parabrisas de ese automóvil de ahí al sol. Tan sólo un chispazo ya ves. La viva<br />

estampa de él.<br />

¡Rajá! El licor ardiente del jugo de enebro le calentó las entrañas y el aliento. Una<br />

buena gota de ginebra había sido ésa. Los faldones de su levita hacían guiños al sol<br />

brillante con su graso contoneo.<br />

Por ahí abajo a Emmet colgaron, destriparon y descuartizaron. Soga negra<br />

grasienta. Los perros lamiendo la sangre de la calle cuando la esposa del virrey pasó<br />

en su calesín.<br />

Malos tiempos aquellos. Bueno, bueno. Ya pasaron. Grandes borrachines también.<br />

Hombres de cuatro-botellas. Veamos. ¿Está enterrado en Saint Michan? O no, hubo<br />

un entierro a medianoche en Glasnevin. El cadáver lo metieron por una puerta<br />

secreta en el muro. Dignam está allí ahora. Se esfumó en un santiamén. Bueno,<br />

bueno. Mejor será que doble para abajo aquí. Daré un rodeo.<br />

Mr. Keman dobló y descendió por la cuesta de Watling Street por la esquina de la<br />

sala de espera de las visitas de Guinness. Delante de los almacenes de la Compañía<br />

Destiladora de Dublín había un charrete parado sin pasajero ni calesero, las riendas<br />

anudadas a la rueda. Maldita sea, eso es peligroso. Algún boberas de Tipperary<br />

poniendo en peligro las vidas de los ciudadanos. Caballo desbocado.<br />

Denis Breen con sus tomos, cansado de haber esperado una hora en el despacho<br />

de John Henry Menton, llevaba a su mujer por el puente de O'Connell, camino del<br />

despacho de Messrs. Collis y Ward.<br />

Mr. Keman se aproximó a Island Street. Tiempos de conflictos. Tengo que pedirle<br />

a Ned Lambert que me preste esas memorias de Sir Jonah Barrington. Cuando lo<br />

repasas ahora todo eso en una especie de ordenación retrospectiva. Apuestas en<br />

Daly. Nada de trampas en aquel entonces. A uno de aquellos socios le clavaron la<br />

mano a la mesa con una daga. Por estos alrededores Lord Edward Fitzgerald escapó<br />

del Comandante de Plaza Sirr. Las cuadras detrás de Casa Moira.<br />

Pero que muy buena que era esa ginebra.<br />

Lindo joven rozagante de la nobleza. Buena cepa, claro está. Aquel rufián, aquel<br />

caballero de pega, de guantes violetas, lo delató. Claro que estaban en el bando<br />

equivocado. Se alzaron en días oscuros y funestos. Lindo poema ese: Ingram. Eran

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