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James Joyce

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377<br />

-Ahí tienes a la gloriosa armada británica, dice el paisano, que mangonea el<br />

mundo. La gente que nunca será esclava, con la única cámara hereditaria sobre la<br />

faz de este mundo de Dios y su tierra en manos de una docena de guarros de<br />

engorde y barones de farfolla. Ahí tienes al gran imperio del que alardean de<br />

currelos y siervos azotados.<br />

-Sobre el que nunca sale el sol, dice Joe.<br />

-Y lo malo de eso es, dice el paisano, que se lo creen. Esos infelices yahoos se lo<br />

creen.<br />

Creen en la vara, en el todopoderoso flagelador, creador del infierno en la tierra, y<br />

en Jaimito el Marino, hijo de sota, que fue concebido por obra de infemal vocerío,<br />

nacido de combate naval, sufrió de una docena en la culera, fue escarizado,<br />

desollado y apaleado, gritó como un condenado, al tercer día se levantó del catre,<br />

puso rumbo a puerto, está sentado sobre su pompis hasta nueva orden de donde<br />

vendrá a currar para ir tirando y ganarse un jornal.<br />

-Pero, dice Bloom, ¿no es la disciplina igual en todas partes? Quiero decir ¿no<br />

sería igual aquí si se enfrenta a la fuerza con la fuerza?<br />

¿No te decía? Tan cierto como que me estoy bebiendo esta cerveza aunque<br />

estuviera dando las últimas boqueadas se empeñaría en probarte que morir es vivir.<br />

-Enfrentemos fuerza contra fuerza, dice el paisano. Nosotros tenemos nuestra gran<br />

Irlanda al otro lado del mar. Se les echó de sus casas y hogares en el negro 47. Sus<br />

chozas de barro y sus cabañas a la orilla del camino arrasadas por el ariete y el<br />

Times se frotó las manos y contaba a los cobardicas sajones que pronto habría tan<br />

pocos irlandeses en Irlanda como pielesrojas en Áménca. El mismo Gran Turco nos<br />

mandó sus piastras. Pero el sajón intentó matar de hambre al pueblo en su casa<br />

mientras que la tierra rebosaba de cosechas que las hienas británicas compraban y<br />

vendían en Río de Janeiro. Ya lo creo, echaron a los campesinos en masa. Veinte<br />

mil murieron en los barcos-cementerio. Pero aquellos que llegaron a la tierra de la<br />

libertad recuerdan la tierra de la servidumbre. Y volverán otra vez y con más<br />

ímpetu, no son cobardes, los hijos de Granuaile, los guerreros de Kathleen ni<br />

Houlihan.<br />

-Totalmente cierto, dice Bloom. Pero a lo que yo me refería ....

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