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James Joyce

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relación posible) radiante por haber tranquilizado su ánimo y un poco asombrado de<br />

que Myles Crawford después de todo se las hubiera apañado para. Ahí tienes.<br />

Mientras que el otro lo leía en la página dos Boom (para darle por lo pronto el<br />

nuevo nombre equivocado pasó unos momentos de ocio a trompicones con el relato<br />

del tercer acontecimiento de Ascot en la página tres, a su lado. Importe 1.000<br />

soberanos con 3.000 soberanos en especie añadidos. Por potros sementales y potras.<br />

Tirado de Mr. F. Alexander, Patente de Sanidad por Rightaway-Thrale, 5 años, de<br />

59 kg. (W. Lane) 1, Zinfandel de lord Howard de Walden (M. Cannon) 2, Cetro de<br />

Mr. W. Bass 3. Apuestas 5 a 4 por Zinfandel, 20 a 1 por Tirado (al comienzo).<br />

Cetro un poquito más pesado, 5 a 4 por Zinfandel, 20 a 1 Tirado (al comienzo).<br />

Tirado y Zinfandel en orden de salida. Era una carrera imprevisible entonces el<br />

jamelgo de tercera se puso a la cabeza, tomó ventaja, venciendo al potro castaño de<br />

Lord Howard de Walden y a la potra baya de Mr. W. Bass en una carrera de 2 ½<br />

millas. El ganador entrenado por Braine con lo que la versión de Lenehan del asunto<br />

fue puro embuste. Se aseguró el veredicto hábilmente por un largo. 1.000 soberanos<br />

con 3.000 en especie. También participaba: de J. de Bremond (el caballo francés por<br />

el que Lyons Gallito iba preguntando ansiosamente que no había aún llegado pero<br />

que se le esperaba de un momento a otro) Maximum II. Distintas formas de lograr<br />

un golpe maestro. Daños por galanteo. Aunque ese imbécil de Lyons salió por la<br />

tangente en su impetuosidad por irse. Claro que el juego se prestaba sumamente a<br />

ese tipo de cosas aunque tal como sucedió el pobre necio no tenía causa por la que<br />

congratularse por su elección, tarea imposible. A conjeturas era a lo que se reducía<br />

al fin y al cabo.<br />

-Todas las señales indicaban que llegarían a eso, él, Mr. Bloom, dijo.<br />

-¿Quién? el otro, cuya mano dicho sea de paso estaba lastimada, dijo.<br />

Una mañana abrirías el periódico, afirmaba el cochero, y leerías: Regreso de<br />

Parnell. Les apostaba lo que quisieran. Un fusilero de Dublín había estado en aquel<br />

albergue una noche y dijo que le había visto en Sudáfrica. El orgullo fue lo que le<br />

mató. Tenía que haberse evaporado o quitado de en medio una temporada después<br />

de lo de la sala de comisiones n.° 15 hasta que hubiera vuelto a ser el de siempre sin<br />

nadie que le señalara con el dedo. Entonces hasta el último se habría puesto de

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