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gente “sana” con hábitos de orden y de industria. También que era necesaria una educación en
ese sentido. 128 Se trata de una visión claramente asimilacionista.
Los proyectos nacionales no aceptaron a los pueblos indígenas como pueblos con
tradiciones distintas a las de los criollos y mestizos, y tampoco “aceptaron esas tradiciones
como parte de la cultura y el patrimonio nacionales. Cada vez que los grupos gobernantes
tuvieron que acudir al apoyo indígena, trocaron el principio de equidad por la petición expresa
de que negaran su condición de indígenas.” El gobierno del México independiente que
determinó que las culturas indígenas eran inferiores, declaró enemigos de la civilización a los
pueblos indios que se resistieron a esta imposición y justificó por ello promover guerras
exterminadoras contra estos pueblos. 129
Lerdo de Tejada, intelectual de aquélla época, veía la multiplicidad de razas, de
orígenes, de lenguas, educaciones o tradiciones como “el mayor obstáculo para el desarrollo del
país”. También por esa época se difundían las noticias del “peligro apache” y otras tribus del
norte como peligrosas. Estas ideas se exacerbaron con la llamada guerra de castas de Yucatán,
de manera que “en el norte del país se llegó a ponerle precio al cuero cabelludo de los indios; en
el centro y en el sur la prensa se llenó de escritos que denunciaban [...] el temor de un
‘levantamiento universal de la raza indígena.’” Se advertía como necesidad urgente “reprimir a
las clases de color.” 130
Ante los movimientos indígenas comenzó a usarse en las ciudades el término guerra de
castas “para amedrentar a la población y convencerla de que los indígenas preparaban un
levantamiento general, cuyo último objetivo era matar a los de tez clara y regresar a sus
costumbres bárbaras”. Originalmente se había denominado guerra de castas a los levantamientos
de indígenas mayas en Yucatán y yaquis en Sonora que se defendieron con fuerza de un intento
de castigo del ejército por no haber participado en la guerra contra los Apaches. Pero para fines
de la década de 1940 se generalizó el uso del término y a cualquier conflicto que tuviera como
actores a indígenas se le llamó guerra de castas. 131
128 STAVENHAGEN, Rodolfo (coord.) Derecho indígena y Derechos Humanos en América Latina, op.
cit., p. 35
129 FLORESCANO, Enrique, Etnia, Estado y Nación. Ensayo sobre las identidades colectivas en México,
op. cit., pp. 434-435
130 FLORESCANO, Enrique, Etnia, Estado y Nación. Ensayo sobre las identidades colectivas en México,
op. cit., pp. 342-344
131 FLORESCANO, Enrique, Etnia, Estado y Nación. Ensayo sobre las identidades colectivas en México,
op. cit., pp. 352-357