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Vemos ya la concepción del Estado como el que coincide una nación-un Estado, que
excluye a los que no se encuentran dentro de esta fórmula.
Respecto de la nación que coincide con el Estado también muestra algunas
apreciaciones:
“El concepto de nacionalidad ha sido muy discutido en la doctrina sociológica
y jurídica de nuestros tiempos. Puede decirse que en su formación han influido mucho
las diversas mentalidades de los pueblos: hay un concepto francés de nacionalidad,
como hay un concepto alemán, inglés, o norteamericano, o de otra parte del mundo.
Pero buscando las notas comunes a todos ellos encontramos que pueden agruparse en
torno a dos grandes características fundamentales: una, en la que predominan los
elementos físico-somáticos; otra, en la que parecen privar los elementos psíquicoespirituales.
Así, se habla a veces de la raza, de la lengua, de las costumbres, de los
intereses económicos, como factores determinantes de la nacionalidad; y otras, de la
cultura, de la religión, de la comunidad de recuerdos y tradiciones, del amor a la
libertad, de la voluntad de vivir en común. 110
Creemos que en nuestros tiempos algunos de los elementos que presenta, tales como la
raza, se han ido dejando atrás pues podrían llegar a ser discriminatorios, mientras que otros,
como por ejemplo la comunidad de recuerdos y tradiciones, son muy vigentes en la discusión
actual.
A lo dicho anteriormente, González Uribe agrega que
“En realidad, ambas características son muy importantes para determinar el
concepto de nacionalidad, y, según las épocas y las circunstancias, han prevalecido en
la historia de los pueblos, unas veces una y otras veces otra. Hoy en día hay grupos
nacionales tranquilos, que viven su vida política en paz, sobre la base de una siempre
renovada voluntad de vida en común, como el suizo; y otros, en cambio, que viven en
permanente presión de lucha, como el de los flamencos y valones, en Bélgica; y otros,
en fin con un exacerbado espíritu nacionalista, tratan de eliminar aún por la violencia a
quienes se opongan a su expansión y dominio, como los del mundo árabe e israelí.
En el fondo, lo importante es que las diferencias étnicas, lingüísticas y socioculturales
han ido superándose con la ayuda de aglutinantes espirituales, como son,
por ejemplo, el cultivo de ideales políticos o culturales comunes, el amor a la libertad
y a la independencia, y el afán de superación en la búsqueda de un nivel de vida más
110 GONZÁLEZ URIBE, Héctor, Teoría política, op. cit., pp. 292-293