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Con esta política, el Estado se convertía, en efecto, en una especie de paterfamilias y
aprovechaba el discurso en torno al ejido para legitimarse y asegurar su hegemonía. A pesar de
que el ejido fue más que nada una creación del Estado, en el discurso oficial solía hablarse de
“las raíces indígenas ‘tradicionales’ del ejido”; así, se adjudicó al ejido un origen que no tenía y
se aprovechó para controlar, de manera encubierta, al campo, a la producción agrícola 254 y a los
pueblos indígenas.
Los estados (entidades federativas) de la república mexicana se dividieron
territorialmente conforme a criterios completamente ajenos a la ubicación de los pueblos
indígenas y por ello los pueblos indígenas se encuentran muy frecuentemente fragmentados
entre los diferentes estados del país. Esto muestra también que hubo una intención expresa de
impedir que los pueblos indígenas tuvieran una “base política territorial propia”. 255 El
municipio si coincide algunas veces con los pueblos indígenas, pero también en este ámbito se
formaron divisiones extravagantes. Por ejemplo, Oaxaca, que es un estado con un 50% de
población indígena, tiene más de 500 municipios. Aparentemente esta enorme división en
municipios tuvo como finalidad quitar poder a los pueblos indígenas mediante su
fragmentación. 256 Así, el Estado “reclama para sí el poder de hacer mapas e imponer
instituciones uniformes y centralizadas sobre un medio rural heterogéneo.” 257
En el México posrevolucionario permanecen muchas de las condiciones establecidas
por los porfiristas y las clases sociales permanecen igual, con la excepción de la destrucción de
una vieja clase terrateniente y la aparición de muchos pequeños productores. La organización
del Estado siguió siendo el instrumento para operar las transformaciones del país después de la
revolución igual que antes de ella. 258
A pesar de que no parece que hubieran sido incorporadas con este fin, los derechos
sociales reconocidos constitucionalmente se convirtieron también en armas políticas del
gobierno. En la práctica significaron un obstáculo frente a cualquier levantamiento que pudiera
tener motivos sociales. El poder personal que se dio en el presidente, como en los casos de
254 NUGENT, Daniel y ALONSO, Ana María, “Tradiciones selectivas en la reforma agraria y la lucha
agraria: Cultura popular y formación del estado en el ejido de Namiquipa, Chihuahua,” op. cit., pp. 177-
178
255 STAVENHAGEN, Rodolfo, (coord.), Derecho indígena y Derechos Humanos en América Latina, op.
cit., p. 304
256 STAVENHAGEN, Rodolfo, (coord.), Derecho indígena y Derechos Humanos en América Latina, op.
cit., p. 304
257 ROSEBERRY, William, “Hegemonía y lenguaje contencioso,” en JOSEPH, Gilbert M. y NUGENT,
Daniel (comps.), Aspectos cotidianos de la formación del estado, trad. de Rafael Vargas, México, Era,
2002, Colección Problemas de México, pp. 223-224
258 CÓRDOVA, Arnaldo, La formación del poder político en México, op. cit., pp. 14-16