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alto y más justo para todas las clases sociales. En definitiva, la nacionalidad estará
basada en un querer y en un hacer comunes incesantemente renovados.
Esto es, precisamente, lo que han tratado de expresar las definiciones de
nación que tanto han influido en nuestro ambiente latino: la de Ernesto Renan, un
plebiscito de todos los días; la de García Morente, un estilo de vida común; la de
Primo de Rivera, una unidad de destino en lo universal.” 111
Como vemos, pesa aún demasiado la concepción del Estado unitario que si no es
homogéneo de hecho deberá tender a la homogeneización. Al presentarse valores como ideales
comunes se fundamenta una postura si no asimilacionista, sí integracionista.
El autor también plantea las dificultades que presenta la complejidad de lo nacional y su
variable coincidencia con el Estado:
“El concepto sociológico de nacionalidad, por más claro que se le haga
aparecer, no llega, sin embargo, a dar origen a una personalidad moral que pueda ser
reconocida como tal por el Derecho positivo. La nación es un hecho social de
indiscutible importancia, pero no tiene, por sí misma, ni la finalidad específica ni la
organización necesaria para constituir una institución que aspire al rango de persona.
De cualquier manera, lo importante es que la nacionalidad encuentra su
expresión política y jurídica en el Estado. Y sin duda alguna, el ideal de un Estado
nacional, en el que todos los miembros de la población sean connacionales, y en el que
el Estado represente auténticamente los intereses de la nación, es el más deseable. Con
todo, ese ideal que pocas veces se da de hecho, no siempre es factible en el caso de
Estados que por tener en su seno minorías étnicas son verdaderos Estados
plurinacionales. En esa hipótesis, más que buscar la independencia política de esos
grupos minoritarios –lo que conduciría a una proliferación de Estados pequeños con
poca viabilidad económica y política—, habría que establecer con procedimientos de
descentralización y de federalismo, una serie de recursos políticos y jurisdiccionales
que garantizaran con eficacia los derechos de las minorías.” 112
Los párrafos anteriores nos muestran cómo este autor percibe como peligroso el
reconocimiento de las minorías: introduce la idea de la fragmentación o la inviabilidad de la
proliferación de pequeños Estados, tantas veces empleada por nuestros políticos, y propone
como más adecuado hacer a las comunidades nacionales a las formas establecidas por el Estado.
111 GONZÁLEZ URIBE, Héctor, Teoría política, op. cit., p. 293
112 GONZÁLEZ URIBE, Héctor, Teoría política, op. cit., pp. 293-294