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La práctica de la atención plena

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Eso ocurrió en 1971. Hoy, más <strong>de</strong> treinta años <strong>de</strong>spués,<br />

Salva Luria ha muerto y yo soy mayor que cualquiera <strong>de</strong><br />

los entonces presentes. <strong>La</strong> re<strong>la</strong>ción que mantenía con<br />

Salva era afectuosa y profunda, pero estaba teñida <strong>de</strong><br />

una cualidad, semejante a <strong>la</strong> que un padre severo<br />

mantiene con su hijo rebel<strong>de</strong>, marcada por su<br />

perplejidad y <strong>de</strong>saprobación por el rumbo que estaba<br />

tomando mi vida. Lo cierto es que, en muchas ocasiones,<br />

yo le sacaba –por razones ciertamente muy<br />

comprensibles– <strong>de</strong> sus casil<strong>la</strong>s. Años más tar<strong>de</strong>, sin<br />

embargo, se prestó generosamente a leer el manuscrito<br />

<strong>de</strong> Vivir con plenitud <strong>la</strong>s crisis (en respuesta a una crítica<br />

que le solicité y me aconsejó el modo <strong>de</strong> mejorarlo) y<br />

nalmente, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber sido diagnosticado <strong>de</strong><br />

cáncer, me pidió que le enseñara a meditar. Con ese<br />

objetivo nos reunimos unas cuantas veces en su casa (ya<br />

que, en esa época, vivíamos a unas pocas manzanas) el<br />

mismo año en que murió, pero, por lo que recuerdo, no<br />

era algo que le entusiasmase ni tampoco le resultaba<br />

intuitivamente muy comprensible. Así fue como, en mi<br />

camino <strong>de</strong> regreso <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el trabajo, me <strong>de</strong>tenía <strong>de</strong> vez en<br />

cuando en su casa para ver cómo estaba y entre nosotros<br />

acabó entablándose una re<strong>la</strong>ción marcada por <strong>la</strong> ternura.<br />

Tardé treinta años en darme cuenta <strong>de</strong> que, en <strong>la</strong> época<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> lectura <strong>de</strong> mi tesis, mi comprensión, aun estando

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