Bajar documento - La nueva concepción de la historia

primitiva, de los hechos. En la esfera de la conciencia colectiva, el retroceso se presenta más
significativo todavía, puesto que la “larga” etapa de la hegemonía de la racionalidad humana,
que ha conducido hacia el hastío y al rechazo generalizados de la denominada Cosmovisión
de Occidente –lamentablemente mediatizada por una forma científica de tipo positivista (se
sostiene, que esta es una vía exclusiva de ascenso en la racionalidad, pese a que se haya tenido
que soportar en paralelo dialéctico-histórico, tanto su aporte “civilizatorio” como su atavismo
de clase)- cede el paso a aquellas formas intuitivas, orientales, de concepción filosófica
(Feyerabend), en las que predomina la intuición y el juzgamiento fenomenológico y abstracto
de los hechos, por la ruta seguida de la simple acción contemplativa, descriptiva (naturalista:
Dilthey) y gracias al carácter asociativo del que está equipada la mente (paso del ser racional
al homo ludens, precisamente en la madurez de la vida); sin embargo, a riesgo de atenerse a la
satanización, la corriente racionalista absoluta debe propenderse a que impere en el género
serio del futuro: la superchería del Eros, de Ona, de Cupido, debe ser superada –la inteligencia
no va por ahí-, debe apelarse a Apolo, a Atenea, esto es, a la imposición en el carácter de
posiciones maduras, supramodernas, de la mente; ahora bien, para el efecto, la confrontación
incruenta a darse se ejerce en el frente –obviamente de la ideología religiosa, del lucro, del
superyó- de los poetas, pintores, escultores, cineastas, músicos, esto es, de los representantes
del Eros –verdadero pasado-, del amor, de la sensualidad 1613 . En realidad, el mundo hasta
ahora ha sido de los poetas; esa hegemonía: ¡tiene que cambiar!, para bien de la posición
racional del género.
Esta forma de especular sobre el futuro, va a parecer brutal, un tamaño dislate de una
mente aislada y anónima (la misma se encuentra atravesada por la debilidad de constituir una
estructura de supuestos proyectivos; pero, de su deleznabilidad emerge también cierta
fortaleza: la prueba de su justeza o de su absurdidez –lo cual es una tautología decir- se
presentará solamente cuando los hechos previstos lleguen, mientras que la generación madura
actual se halla fuera del horizonte de su probación –disconformidad, que no puede darse
apelándose a los términos de refutación de los principios de la edificación del constructo
predictivo, como tampoco a la validación lógica del desarrollo de su discurso, sino –a lo
sumo- con la formulación de un modelo alternativo de proyección; de todas maneras, las
especulaciones en referencia pueden ser objeto de cavilación antropológica gnoseológica:
cómo el ser humano diseña su objeto de investigación, cómo produce la “verdad”, la valida,
legitima y la usa). Por tanto, si algún impacto la idea llega a tener en el medio social actual,
ella se hará merecedora de la violenta impugnación de los defensores de la familia
monogámica, de los clérigos y de los evangélicos que bogan porque el ser humano renuncie a
la ciencia y a la técnica, que bregan –cuando menos- porque dichas prácticas racionalizadoras
no se las extienda a la modificación progresiva del organismo humano; la reacción vendrá
1613
La reedición de la eterna lucha entre el idealismo y el materialismo, que aquí se expresa como una nueva
contienda entre la intuición y el “racionalismo”; racionalismo de orden positivista, que en la coyuntura
finisecular está siendo supeditado por el saber de orden “naturalista” puramente comprensivo, totalizante, de
carácter eticista. Esta forma de ideología, alcanza su clímax hegemónico; la complejidad, el descentramiento de
los procesos político-sociales, el consenso, la indeterminación sistémica, la holística, la inteligencia emocional,
la comprensión, la ética, las tradiciones, el constructivismo, la Nueva Era, el Opus Dei, entre otras, constituyen
el material nocional con el cual se viene conformando epistemológicamente la nueva concepción especulativoabstraccionista,
que va a dominar la conciencia en los próximos años. No obstante, de análoga manera como el
proceso evolutivo de la conciencia se eleva de lo abstracto a lo concreto, el pensamiento –a su vez- se encumbra
de la intuición a la razón. La mitología alegórica ligada al movimiento del pensamiento en su estado de pureza
primigenia, tímida, nerviosamente, sigue ofreciendo sentidos explicativo-predictivos en torno de los hechos a la
conciencia, encausada, con tozudez (sin concesiones), sobre la vía del examen científicamente formalizado de la
realidad. Ahora bien, los intereses (del poder) lo ensucian todo (la penetración de la concepción de la seudo
ciencia esotérica, ecléctica, que se sustenta en la complejidad de la regularidad). La ciencia tiende a ser
objetiva siempre, sintética, esencial (en el ámbito social, la objetividad se corresponde con la percepción de la
clase avanzada –Michel Löwy-, ésta, pone el presupuesto de la cientificidad; incluso en el sentido positivista de
la verdad concebida al margen de la política: su denominada neutralidad). Es verdad que, en cuanto es e
interesa al ser humano, la ciencia natural, la exacta, se integra a la funcionalidad de reproducción del poder.
Pero ella no va más allá. Si digo: “Cristo resucitó al tercer día”, ¿con qué método demuestro esta afirmación?
Tan sólo apelando a la Fe; fe inserta dentro de un pensamiento institucionalmente encargado de operar como el
piso de una falsa conciencia. Algo análogo ocurre con el Horóscopo, con los milagros, con la credulidad del
pueblo llano, de su ingenuidad y de la manipulación con “verdades” psicológicas de Perogrullo (sería risible
que Hawking, en su estado de salud, acepte ser abordado con la práctica diagnosticadora del cuy o con la
“terapia” asociada a una limpia con el huevo). ¿Cómo se prueba que Cristo fue hijo de Dios? Los faraones se
declaraban hijos de sus dioses, el gran Atahualpa era hijo del sol. Esta, que puede parecer una conducta propia
de la población pobre de las neocolonias, también impera en la culta población europea.
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