Bajar documento - La nueva concepción de la historia

“vanidosa”, requiere que se le “caliente las orejas” de cuando en cuando; strictu sensu:
demanda que alguien –la humanidad- le describa: quién es; y esa descripción es precisamente
el conocimiento (la conciencia; él y la que sirven de instrumentos para la conservación del
propio ser humano, para su desarrollo y ejercicio exitoso de su optimidad); el trayecto
responde al despliegue de toda la potencia histórica de la inteligencia de modo de producir los
términos de su “otro de sí” de la materia: la idea. La Materia ni oye, ni ve, ni siente; es sorda,
ciega, insensible; los seres humanos son sus ojos, sus oídos, sus nervios periféricos; por tanto,
la Materia oye, ve, siente (llega a conocerse a sí misma) a través del producto máximo del
proceso de su desarrollo estocástico: el ser humano. Ahora bien, si el ser humano
desapareciera, no tendría sentido alguno el Universo (eso: depende), el sistema solar, la
estructuración armónica de la vida en sus diversas formas en la tierra: es el ser humano el
absoluto en potencia: “la obra más perfecta de la creación”, el resto de hechos: no tienen valor
por sí mismos (esto, para abofetear a aquellos ecologistas de pacotilla, que relativizan e
incluso ponen en el mismo plano al ser humano con el resto de seres en la tierra) 1749 .
Al llegarse a este punto, otra pregunta se presenta necesaria: ¿debe tenerse miedo a la
muerte? Sí. La muerte es la terrible sumatoria de todos los dolores, de todos los temores, de
todas las angustias. Es la negación absoluta de toda negación; representa la desaparición de la
conciencia -tomado el asunto en sentido individual en la coyuntura histórica-: su anulación
“por los siglos de los siglos”, por “la eternidad”. Es obvio, que toda la macabra desesperación,
que la noción de muerte aqueja a los seres humanos normales (esto es, personas no soberbias,
que no reprimen su temor y que no anuncian públicamente que “no le temen a la muerte”), se
suaviza, se adormece en el curso de la propia vida, o sea, dicha preocupación amaina con el
establecimiento y la experimentación de la etapa de la vejez; incluso las terminaciones
nerviosas del dolor y del placer se insensibilizan: a la belleza no se la puede apreciar bien,
porque en dicha etapa la vista falla, lo propio ocurre con el olfato, con el tacto; además, en el
cuerpo viejo se agolpan los achaques, ya no se puede disfrutar los placeres de la existencia; se
apodera del ser el cansancio, el fastidio; de modo que: resignación. La vejez prepara
magníficamente a la persona para aceptar y desear su deceso, para advertirlo incluso como
solución para los problemas que trae aparejado el estado de máxima desasimilación. En el
caso de la generación que conquiste la eternidad, la terminación de su ciclo debe ser planteado
en términos racionales: aplicar todo el poder alcanzado en uno mismo, en su negación y caer;
se refiere, pues, a una especie de suicidio, ensayado para que la realidad mecánica, cuántica,
vuelva azarosa, tortuosamente a ser: orgánica, inteligente, racional, divina.
Una vez que se alcanza a reconocer el papel, que se debe desempeñar como individuo
en la historia como parte del que debe hacerlo la humanidad en el Cosmos, en el proceso de
este ciclo de la materia, la razón convoca a asimilar la existencia, el rol y la conclusión de la
misma, con serenidad. Paciencia dada por el acto de asunción y de la práctica del papel
predesignado con entera responsabilidad y buen cumplimiento –este es, dicho sea de paso- la
realidad que está detrás de la noción de “realización”: de eso que se suele llamar: “vida
plenamente realizada”, y no queda más- (papel, por ejemplo, jugado en la barbarie –si se
hubiese tenido conciencia-, en la etapa comunitaria, en la esclavista, en la feudal, en la
capitalista, en la socialista; en la premodernidad, en la modernidad, en la posmodernidad; en
la preindustrial, en la industrial, en la posindustrial, según sea el punto de vista a partir del
cual se catalogue las distintas eras humanas). Una vez cumplida la misión, a ella sigue la
aspiración al descanso, la figuración en torno del futuro o sobre la conciencia de que el
esfuerzo realizado forjó la posta, que debe asir quien está destinado a seguir adelante en la
gesta humana y, sobre todo: en el conocimiento hipotético respecto de hacia dónde conducen
los futuros actos humanos (como en la representación de un drama teatral, en la historia se ha
desempeñado un papel intermedio y si el mismo ha sido cumplido bien, no hay razón para el
desconcierto: la persona se ha realizado, ha recibido el Oscar).
¿Por qué no especular con la proposición del tipo de fisonomía y fines, que tendrán las
nuevas generaciones, si éstas procederán de modo similar con las presentes, una vez que las
nuestras se hayan ido? El hacerlo presupone modelar mentalmente el ambiente humano futuro
1749
Por esta y por otras vías el ser humano se ha desvalorizado. En un caso, por razones de “mercado”: hay
exceso de población humana en el mundo, mientras que los panda gigantes se han revalorizado porque hay muy
pocos y por cuanto la taza de reproducción es baja: pueden morirse personas, casi no importa, pero si se
mueren pandas, eso sí es una tragedia (en efecto, en Sichuan, pueden sacrificarse personas con el fin de salvar
esa reliquia natural).
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