Bajar documento - La nueva concepción de la historia

en potencia = “Dios”; conocimiento = mal), se anulan recíprocamente (los vectores masaenergía,
en Guth) y todo comienza de nuevo (“universo -materia- inflacionario,
autoreproductor constante de vida”). Por tanto, Dios: no es el Dios de los hebreos; Dios es la
pronunciación alegórica de la realidad, de la materia, del Universo en su condición de
optimalidad. Luzbel, es, en efecto, una “creación” de Dios (de la materia: un pedazo de su
transformación); éste –Luzbel-, viene siendo la humanidad, que se desarrolla, que incrementa
su conciencia del mundo y es el contrario dialéctico de su creador. Dios (la “materia”, la
“totalidad panteísta existencial”) no puede destruir a su criatura –pero tampoco puede permitir
dejar que lo sobrepase-, pese a que le “ve” crecer y “advierte” (“sabe” de “antemano”) de sus
intenciones (pero, para eso está). La materia no conoce, no es consciente de este proceso (la
conciencia es la que le imputa este estado en la noción de Dios), empero su criatura –al
llegar a un momento determinado de su desarrollo- descubre que es conciencia, que deviene y
ha dotado de la cualidad consciente a la materia; es, en suma: su porción consciente a través
de la que adquiere conciencia plena, inhibiéndose de ser un simple dispositivo mecánico,
casual, inconsciente (el ser humano se autolibera de la determinación material, que hasta
ahora ha pesado sobre él; el robot tampoco conoce en sus etapas simplemente mecánicas,
luego adquiere conciencia, entra en contradicción con su creador: la inteligencia natural, la
supera, la abstrae y toma la posta de su función).
La tentación, Venus, el “pecado”, inhiben la vislumbre de la disyuntiva de la razón (en
Derecho, al contrario que en la ideología religiosa, el pecado es tipificado como delito). Las
religiones, especialmente cristianas, han convertido en materia de reflexión, combate, censura
y represión al sexo desmedido, a la práctica sexual no regulada por las normas de la Moral
idealista ahistórica, pues (y es verdad), su ejercicio desbocado acarrea el peligro de imponer
entornos humanos de caos, de pasión desenfrenada, de separación entre la mente y la
actividad de la producción útil (en el capitalismo, como todo cuesta, si no se trabaja y, si por
desgracia: se tienen vicios, la delincuencia aparece como estrategia de financiamiento), con lo
cual se pondría en cuestión la existencia racional misma (“en el placer existe el deseo; y
aquel que aumenta su placer, en igual medida incrementa su deseo”). Este hecho lo percibe
la conciencia, la que deriva en tolerante, incluso frente a comportamientos extremos; por su
parte, el ser humano detenta un mérito en su conducta: “hallarse siempre al filo del precipicio
y nunca saltar”, esto es, todo empalaga, cansa y del fango es posible resurgir renovado (se
dice, que siempre el ser humano quiere más, no se sacia; sin embargo, cuando no ve venir un
nuevo nivel de satisfacción, también se comenta, que se desquicia y se pasa al otro extremo:
un individuo, que ha gozado de todo y en demasía en el sexo con mujeres, se especula que
busca más placer y nuevas experiencias en la homosexualidad; fenómeno anómalo éste, que
se produce en las hormonas y que debe estar regido por instrucciones dadas por el cerebro
derecho). La tentación convierte al deseo en sobredeseo, y ese papel ha jugado, en la
perennización de la especie, la mujer; esa la razón de haber sido satanizada: la bondad de la
multiplicación de la especie frente al peligro de entrar en la depravación. En el cristianismo, a
la mujer se la ha proscrito (sobre todo en el Medioevo); en las otras religiones monoteístas, a
la mujer se la ha escondido detrás de tantas ropas y prohibiciones (éste sería un buen tema
–o quizá: ya lo ha sido-, para que despliegue su arte un prolijo ensayista).
Sin embargo, hay otro sentido más esencial en los sorprendentes aconteceres, que
quedan reseñados muy ocasional y someramente en párrafos precedentes. En la alegoría, el
ser humano debe ir hacia Dios (llegar a ser Dios, pues, no existe Dios antes del Big Bang,
dado que Este se va forjando en el ser humano, a través de su desarrollo objetivo intelectual);
en el camino, no obstante, el Demonio le tienta, al supuesto cerebro racional, tras el biombo
de la figura femenina (el “Demonio”, en los hechos, tienta a los dos géneros). El verdadero
hecho es: la inteligencia quiere ir a la razón, mas los deseos garantes de su reproducción
biológica la desvían aparentemente de su ruta (el capitalismo es tanto Dios -promotor de
la ciencia y de la técnica- como Demonio -azuzador de las pasiones instintivas, pues, incluso
hacia la debelación de los misterios del Universo sorteando múltiples obstáculos y me creo infinitamente
poderoso, de status similar al tuyo (esta blasfemia le cuesta caro y el Angel cae). Ha llegado el momento en el
que se inicia la verdadera entropía genérica, puesto que ya no hay lugar para la actividad de la inteligencia:
para el despliegue de la característica propia del ser humano, la persona se ha revelado y el ciclo material llega
a su fin (en realidad, el principio dialéctico de la negación inmanente cesa en este ciclo, para volver a ser en
posteriores). La materia, por su parte, reafirma la estructura procesal de su cualidad absoluta: omnipresencia,
omnipotencia, omnisciencia, omnisapiencia.
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