Bajar documento - La nueva concepción de la historia

aisladamente efectiva (los Indignados y otros movimientos –de Mayo 69-: no son orgánicos ni
fueron, racionales –eficientes y eficaces-, no cuentan con proyecto político cohesionador que
dé sostenibilidad a su praxis, carecen de programas de acción que les provea de regularidad,
que les permita evaluar y retroalimentar, esto es, someter a su activismo intermitente a la
política de “cadena de valor” en el marco de la “visión”: lo que esperan hacer del mundo para
ser en él; esas las debilidades, de las cuales se aprovecha el poder, el que, por su parte, tiene lo
que necesita muy bien calculado, reglamentado, concebido y planeado a largo plazo, para
ejercer el dominio y abalanzarse sobre actores aislados, sobre los cuales descarga su furia
legal e impone el miedo; sin embargo, reiterándose, en dichas conductas espontáneas,
anárquicas e incluso románticas, se apoya la vida política posmoderna); strictu sensu, la
actuación de estos movimientos, no ejerce influjo mayor en el curso político y en el de la vida,
que la incidencia, que proviene del progreso de las fuerzas productivas –de la ruta que impone
la necesidad histórica- sobre la reestructuración de las relaciones sociales (están lejos de
integrarse como fuerza de resistencia supranacional al proceso de explotación y dominación
del capital transnacional a escala global) 1696 .
En el escenario puesto, como es sencillo deducirlo: a la estructura política
revolucionaria, a la estrategia y a la táctica marxista-leninistas clásicas, la historia les ha
retirado viabilidad (ese paquete racional-estratégico-programático, que tuviera éxito rotundo a
partir de Octubre de 1917 y de otras fechas más); por su parte, la conformación
organizacional y el programa del “moderno príncipe”, debe ser el producto subjetivo de la
observancia de la determinación prescrita por Lenin: “análisis concreto de la situación
concreta”. En la actualidad y de modo pertinaz: a futuro, la tecnología constituye el ariete del
poder global, en su determinación dominadora (hoy: “las guerras la hacen las máquinas
siguiendo órdenes –programas- humanas”). Ante la creatividad, la innovación, la disposición
de substratos mecánicos, electrónicos, informáticos, biológicos e inteligentes, frente al
volumen monetario disponible por parte de la dominación para el efecto, la sola estrategia
clásica, la valentía, la reserva de principios, la disciplina, el carisma y la presencia organizada
de unidades humanas politizadas dispuestas en combate a nivel nacional, no basta (el cambio
se ha dicho, se corresponde con la acción de organizaciones políticas profesionales,
engarzadas en largos proceso de formación de la gente, respecto de lo que debe ser su Norte
–en verdad: su Sur). Tampoco la suficiencia se halla en labios del constructivismo
voluntarista; en realidad, ese es un término insidioso, cuyo contenido nocional empobrece la
acción humana en cualquier esfera de la praxis social, pues, por él se comprende (aunque se
hayan hecho esfuerzos por llenarle de contenido categorial) el proceso de exclusiva puesta en
orden los factores preexistentes y no de las faenas ontopraxeoteleológicas de producción, de
eslabonarlos merced a su sentido inmanente, como se procede en la realidad de modo
creativo, de acuerdo al concepto de elaboración (esta ideología, por otra parte, puede conducir
a la intuición, de que para conocer, dígase: el Ciclotrón, cada quién debe construirlo).
Al sistema (en sentido propio: la moderna estructura militar tecnológica/inteligente de
sometimiento planetario), en los frentes de la resistencia y de la transformación, debe
oponérsele una nueva disposición de fuerzas intelectualmente renovadas en concepciones y
planteos práctico-combativos de carácter transnacional, en los que la técnica sea su sustento
(este cambio de locus de la política efectiva, no debe significar alejamiento de los principios
del marxismo-leninismo, pues, mientras exista una sociedad estratificada, ésta no alcanzará su
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Sin embargo, por la fuerza inercial de la necesidad histórica (la “sociedad” debe desembarazarse del efecto
distractor de los conflictos domésticos de clase, para aprestarse a dar inicio al cumplimento de su objetivo
mayor): esta variedad, esta complejidad de visiones y actuaciones ramplonamente empiricistas, eclécticas,
eticistas, individualistas y anárquicas hasta la médula insertas en la práctica política masiva, espontáneamente
persiguen alcanzar adecuados niveles de coordinación (van a dejar de ser “merienda de ´blancos´”), de
racionalidad colectiva, de alineamiento y factibilidad práctico-transformadora sin necesidad de la presencia y
acción de las elites consabidas. En efecto, a medida que se socializa la producción científica y de que interioriza
el conocimiento, cada sujeto eleva su nivel de conciencia y compromiso, sabe lo que tiene que hacer, se acopla,
se auto organiza, toma decisiones no dislocadas del conjunto, del objetivo general y actúa en coherencia.
Incluso la alcahuetería categorial asociada con el “constructivismo” adquiere cierto sustento: la conciencia
percibe lo que hay que hacer y lo da forma (empero, no necesariamente advierte lo que una específica realidad
es, pues, el conocimiento jamás será autoconocimiento en el sentido neohegeliano; el saber objetivo siempre
deberá ser producido por vías preprogramadas, sea de forma natural o artificial); aquello es posible, por
cuanto el rumbo a seguir por el ser humano está puesto, ruta definida no por voluntad alguna correspondiente a
la conciencia de los actores presentes, sino por la necesidad del progreso y por la acción proletaria
cristalizada.
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