Bajar documento - La nueva concepción de la historia

variables empíricas cuantificables, el mecanismo de la explotación. El proceso de exacción
referida –como es bien conocido- puesto en términos planetarios, se apareja en dos frentes: 1)
real, en el “intercambio desigual”, en cuya base yace la correlación entre productividades y
niveles de remuneración relativas, la cual se diferencia del otro tipo de apropiación
supracional del plustrabajo, 2) la especulativo-coercitiva: la deuda y su servicio, repatriación
de utilidades (su antípoda: las remesas), asimetría en la balanza de servicios,
neoproteccionismo, marcas, patentes,... Al alcanzar conciencia del proceso, los trabajadores
disputan su “bienestar” y la dirección de la historia al burgués (en verdad, la misión del
proletariado en la historia es evidente: consiste en producir la “base material del mundo
nuevo” subyugada al interés y al dominio burgueses y, desmantelar el sistema en el interior
del cual forjó las premisas materiales y espirituales del comunismo); está no correspondencia
entre la base y la superestructura abre una época de revolución social (pero la revolución no
es un “acto de amor”, sino un acto de la razón); y, la lucha de clases, constituye el
componente exacerbante del desarrollo de las fuerzas productivas.
En el momento en el que la técnica se ve históricamente impedida de cumplir su
misión (sin embargo de que todavía sea insuficiente el nivel al que ha llegado su desarrollo al
iniciarse el tercer milenio, frente al interés del propio sistema), la clase percibe la trampa del
crecimiento y del progreso de las fuerzas productivas: sus límites para alcanzar el objetivo de
la acumulación (ésta, se torna proclive a estallar, como ocurre con una vejiga que se lo infla
demasiado) 1320 ; y, el sistema se ve obligado a formular su última estrategia (a jugar su última
carta), a plantear una nueva contratendencia dilatoria: el freno al desarrollo científico-técnico
(freno, que no se opone a ese desarrollo, sino que lo ubica en nuevos niveles y productos), que
amenaza con desbocarse y llevarse consigo al precipicio a su mentor, frente a la tendencia
–absoluta en el presente y que se impone- de deceso del capital. Por su parte, al capital no le
queda otro camino, que seguir hacia adelante con conciencia plena, como un anciano
desahuciado, que quiere abarcarlo todo: la sociedad hemisférica, el planeta, el poder absoluto,
que advierte cómo sus últimos alientos lo conducen irremediablemente a “virar la esquina”,
mientras prepara de mala gana “la mesa en la que Cantará Misa” la nueva forma social. Si el
poder económico hemisférico toma conciencia, en torno de que el progreso desbocado de las
fuerzas productivas por él acicateado con fines de alcanzar altos niveles de competitividad, se
ha vuelto “revolucionario”, en el sentido en el que este desarrollo conspira contra el
establecimiento, la racionalidad capitalista se invierte y debe (va) a frenar dicho desarrollo, y,
al hacerlo, estanca el proceso de valorización del capital y las consecuencias que la decisión
trae aparejada, le son letales (es el efecto de la “fundamental ley de la Economía Política toda
descubierta por Marx; o la previsión de Moravce, cuando sostiene, que la competencia
interempresarial será tan aguda, que todas las ganancias serán invertidas en desarrollo
tecnológico, lo cual hará que se pierda interés en la inversión).
El ejercicio de la norma, que gobierna el proceso de desarrollo de las fuerzas
productivas (aumento constante de la composición orgánica del capital), incluye al sistema en
su conjunto, en el movimiento tendencialmente decreciente de acumulación; la respuesta
inmediata de los factores directamente condicionados, conduce al bloqueo automático del
proceso de realización de la mercancía, mientras el capital impide que la técnica cumpla el
papel de ser la solución –esta vez- al problema de los desocupados (solución planteada: de
ningún modo en el sentido de la generación de empleo, sino en el de extender los resultados
del progreso, de la forma automatizada de llevar la vida, a esos sectores). No obstante,
“ninguna sociedad cambia mientras no hayan sido utilizadas y agotadas todas las
posibilidades que caben dentro de sí”; pues, “bien miradas las cosas, los problemas no se
presentan sino cuando ya existen las condiciones para su solución”. El capitalismo llega a
conformarse como “todo orgánico” y a mantenerse perentoriamente en esa condición,
mediante la puesta en ejercicio de cuatro procesos: 1) “crea los órganos que le falta”; 2)
“funcionaliza todo lo existente para sí”; 3) “anula los factores de oposición”; y, 4) regula el
desarrollo de órganos que hipercrecen y se vuelven contra sí (se produce la declaratoria del
“crecimiento cero”, el proceso de ralentización de la dinámica natural de la técnica); la forma
burguesa de producción, además, no puede desaparecer sin antes haber cumplido su misión en
la historia: “generar las premisas materiales del mundo nuevo”, en el plano de la esfera toda.
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A este hecho, o sea, al proceso de reversión de la funcionalidad, se lo está denominando “efecto
boomerang”; precisamente, a la actuación detractora (retroacción), de “cuñas del mismo palo”, que inciden en
la degeneración de su matriz.
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