Bajar documento - La nueva concepción de la historia

irracional, innecesario, superado 19 . ¿Cuáles son los procesos que hoy arrinconan cada vez más
al capitalismo? Principalmente: la automatización productiva; la crisis regular, sistémica,
reiterada, propia de la senilidad (Lenin se refiere al imperialismo como la fase superior,
parasitaria, en descomposición, declinante y última del capitalismo; estas anotaciones, en
cambio, asumen la acepción “neoimperialismo” -transición-: en cuanto simple prolongación
de la etapa definida por el insigne revolucionario ruso-universal); los procesos de desconexión
de las diversas formas de economía alternativa que se ensayan en el mundo; las fricciones
ambientales; y, la elevación general de la conciencia de la población, expresada en las
múltiples acciones de protesta en ascenso (“decrecimiento” -8R-, los Indignados, la ALBA, la
CELAC, Ocupa Wall Street,…) 20 .
Pero, en verdad, el capitalismo (“la realidad fáctica que ha sido menos cruel para la
humanidad, que la práctica de búsqueda de plasmar utopías” -sic): agoniza. La aseveración
exige el ejercicio de un rodeo lógico de fundamentación, para que la misma no se presente
como una “frase fácil, sin significado o consecuencia precisa”. La única manera por la que el
capitalismo pueda ponerse en pie y caminar, es volviendo para atrás la historia (no obstante, la
historia siempre “es inédita”): que el sistema burgués, que ha sobremadurado, se retrotraiga a
la fase competitiva y se recluya en los “Estados nacionales”, esto es, que se reinstale en la
época lozana de su despegue (o recuperar la “cultura” de los llamados “pueblos originarios”);
empero, para que ese hecho se dé, el sistema debe retornar a la manufactura, tiene que destruir
la máquina, eliminar el proceso de automatización e, incluso: el de robotización (la
humanidad en cuanto tal, tendrá que estar dispuesta a renunciar a producir el “otro de sí”: la
Inteligencia Artificial, a abdicar a conquistar el Universo, a avenirse a regresar a ser presa de
las epidemias, de la mitología): renunciar a la ciencia y a la técnica, a la urbanización y
retroceder a la Antracita; además, sobre todo, debe borrar de la mente de las personas las
huellas de miles de millas andadas en el proceso de racionalización de la vida (no obstante, el
ser humano hoy sigue aprendiendo/haciendo cosas del pasado; esa también es una forma de
continuidad generacional, que se produce sobre los hombros del ser ido). O sea, el capital para
seguir siendo, tendría que allanarse a plasmar la utopía magra, que ciertos movimientos
culturalistas y ecologistas postulan. Ese querer, es imposible; no le queda más, en
consecuencia, al capital, que continuar hacia adelante consumiendo el resto de la vida que le
queda (como lo hizo cuando enfrentó al falso socialismo soviético de Jruschov-Gorbachov,
puede tornar digna su salida, si somete a la Filosofía Oriental, que con agresividad ha
reemergido), para dar paso a que se tome el planeta la nueva humanidad.
Por tanto, “tempranamente” (año 2001) vino a la mente la hipótesis acerca de que el
capitalismo había llegado a la vejez (a su fin) como efecto del desarrollo de las fuerzas
productivas (competencia entre capitalistas 21 ), de la Revolución de Octubre y del socialismo
19
Si se revisa la historia, se advierte que ninguna de las fuerzas que lucharon contra el poder y por el cambio de
modo de producción en el devenir anterior al capitalismo, lo hizo con conciencia.
20
Immanuel Wallerstein (El moderno sistema mundial) habla de la transición con antelación a la elaboración del
presente escrito (el sistema mundo capitalista se ha hecho coextensivo con el planeta y se halla herido de
muerte); pero al hacerlo, este sobresaliente sociólogo lamentablemente no avanza hacia la caracterización del tal
efímero momento, tomado en el sentido en el que hacen de los procesos los historiadores, esto es, con la noción
de “coyuntura”: un período de varias decenas de años; tampoco especula (en el buen sentido) sobre el tipo de
organización humana en que ella (la transición) desemboca. Ahora bien, brillantes las investigaciones de Frank,
Wallerstein, Amín, Arrighi, Fiori et al, en torno de la evolución del mundo burgués y de la estación actual; no
obstante, mutatis mutandis, el defecto de este pensamiento (exceptuándose el de H. Moravce, el positivista
tecnocrático oficial -R. Penrose, C. Sagan, John Jorgan, Ray Kurzweil, Miguel Nicolelis, John Hopkins, Willan
Gibson, Michio Kaku,…- tiene el suyo: proyectar las transformaciones en las fuerzas productivas: la ciencia y la
técnica, dejando intocada la estructura social, con lo que el capitalismo se muestra eterno), consiste en no incluir
la variable siempre determinante del proceso histórico: el desarrollo de las fuerzas productivas, consideradas
éstas, en sentido no mecanicista, o sea, como producto de la plasmación de las potencias del pensar, que se
objetualiza en la praxis al propender el ser humano a contar con instrumentos cada vez mejores hasta llegar al
robot sapiens (las fuerzas productivas materiales, en su desarrollo, describen ondas de largo plazo:
maquinización, automatización, robotización, inteligencia artificial), para atender necesidades siempre crecientes
y renovadas, perurgidas por la condicionante de la “lucha de clases”: el capital conspira contra sí mismo, se
socaba, al profundizar la política de automatización como elección no arbitraria, a la vez que sepulta
ontológicamente al trabajo y arremete contra el salario; además, todos enfocan el problema coyuntural del
“desarrollo” (es obvio, a excepción de las religiones monoteístas y el hinduismo, y la cosmología positivista
académica), de ningún modo el sentido de la entidad humana (cuestión que aquí se la trabaja intensamente).
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Tesis que, según R. Astarita, refuta la de la “financiarización” (Astarita, Rolando. Crítica de la tesis de la
financiarización; diciembre del 2008).
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