Bajar documento - La nueva concepción de la historia

macho va en pos de alcanzar su deseo (todas las fuerzas de sí del cari, son atraídas y
dispuestas por la determinación externa en la fase de la reproducción sexual natural de la
especie): en la búsqueda de la hembra; en ella: en esta causalidad, la naturaleza viva se
ratifica, se afirma (en realidad, se trata nada más, que del imperio en el ser humano de la ciega
necesidad). En el interior de la sociedad burguesa: el “ser humano de empresa” se encamina
hacia dar cabida a su interés individual en el interior del grupo, el cual se sobrepone al simple
“instinto de sobrevivencia” (cuando lo consigue, sin saberlo: contribuye a la realización del
interés colectivo –Adam Smith-; obstaculiza recíprocamente, mas bien, la consecución de los
intereses individuales –Marx): explota al trabajo y se convierte en el vehículo de su
reproducción recíproca, compite y mejora los productos de las esferas de la tecnociencia
(sinergia, coadyuvancia); de ese modo la historia realiza su progreso. Empero, con la razón:
deseo e interés se funden (se tornan “aliados ´estratégicos´”), la vuelven “necesidad
consciente”, imprescriptible, de realización de la cualidad que se halla en potencia (el imperio
de la libertad: la manumisión de la conciencia respecto de las determinaciones naturales).
En efecto, la contradicción entre razón e inclinación espontánea, se resuelve en su
interpenetración e implicación mutua. No obstante, en los hechos fácticos, la percepción
empirista en el enjuiciamiento del suceso se impone; el empresario –por ejemplo-, se halla
convencido de que la razón de su éxito –en aquellos que lo consiguen- radica en haber
renunciado a la razón, a la previsión, al cálculo, a la planificación, en la toma de decisiones y
haber, mas bien, optado por la simple, por la súbita acción instintiva. Nada más absurdo
respecto de la percepción de un individuo, que es y debe actuar de forma excesivamente
racional (racionalidad instrumental, desde luego). Toda decisión que se dice intuitiva, simple
realización de una corazonada, impulsiva, aparente producto de sorteo, es en todo momento y
siempre: racional; en realidad, la persona (especialmente la empírica), que sostiene que no
calculó, estudió, programó, racionalizó hechos y circunstancias –que, por tanto, contradijo la
razón: que simplemente “apostó”- como insumo indispensable para la toma de decisiones y
que asegura que no necesita de la razón sino del sexto sentido, cae en una zona oscura de su
razonamiento, pues, las decisiones se toman con pleno conocimiento, total conciencia del
pasado, del presente y en función de la formulación de hipótesis veraces sobre el futuro (es
obvio, que el procesamiento mental que lo precede, es automático y se halla como
presupuesto, de allí que no se lo advierta) y con el aporte de la experiencia, cuyo sustrato
también ha sido racionalizado y fijado en y por la mente, en su orden, en algún momento de la
vida, por lo que –la reflexión- aparece en el proceso volitivo como hecho inexistente.
Sobre la tópica planteada en párrafo que precede, imagínese un ejemplo: la persona
que súbitamente se dirige a abrir una puerta una vez que ésta ha sido tocada, su reacción da la
impresión, de que el suyo fuera un acto simplemente involuntario, súbito, automático, o sea,
conducta efectuada sin que medie procesador racional alguno; sin embargo, si se observa con
más atención el acto, la apreciación se revela como falsa, puesto que en dicha respuesta refleja
y repentina, se hallan concentradas y en operación las variables conocimiento, experiencia
racionalizada e interés (necesidad procesada mentalmente): se sabe de antemano qué es una
puerta, cuál es su función, que ésta se abre, que sirve para pasar de un lugar a otro, que en el
hecho se hallan implicadas personas puesto que éstas usan dicho objeto en el desarrollo de sus
prácticas; que ya muchas veces en el pasado se la ha abierto, que tras de una puerta que ha
sido tocada se halla un ser humano que ha tomado la decisión de hacerlo con el propósito de
ser atendido o ingresar para dar curso a requerimientos previamente racionalizados (que han
pasado por la cabeza); se espera, por tanto, entrar en contacto con un ser humano, que también
se vincula con móviles de la vida personal. En los negocios, las decisiones que se toman
supuestamente dejando que la intuición decida por la razón, que la corazonada ordene los
hechos y los enrumbe hacia una intención preconcebida de modo racional, se halla presente
también la racionalidad de manera inadvertida, pues, las decisiones que dicen ciertos gerentes
que toman a tontas y a locas, esto es, por corazonada, tampoco es así, dado que el individuo
conoce previamente bien su producto: sus características, los gustos de los consumidores, la
competencia, domina la dinámica del mercado: ha actuado en él, por tanto, es poseedor de
experiencia racionalizada, tiene destrezas adosadas a su mente y a su corporeidad, como
capacidades maniobrables intelectuales, psicológicas y físicas, y le mueve un interés
plenamente racional. De manera que el tipo intuitivo de la decisión es la forma más racional,
pero conciencialmente inadvertida de proceder.
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