Bajar documento - La nueva concepción de la historia

conocerlo todo, soy capaz de gobernar el Universo,..; límite comprehendido en ámbito doble:
en sentido personal y en el de la ciencia misma, dado por el rasero puesto por el desarrollo
presente), incluso la inmortalidad (aunque no en el plano del reconocimiento de genialidad
alguna, sino en el sentido de que se superó la barrera del sonido, a la manera del experimento
de Lijun Wang: franqueo de la velocidad de la luz con la audacia y la imaginación –con el
recurso al uso del poder predictivo de la ciencia, de la visión dialéctica contradictoria y
perpetuamente móvil de las cosas: por un instante, en la efimeridad –por hoy- de la
vida) 645 .
Trascendentalidad, inmortalidad, no entendidas en sentido teológico, o sea, en el de ese
nebuloso mundo de especulaciones que emergieron en la actividad temprana de la mente
(puesto que “el sentimiento religioso, es también un producto social”). En efecto, el sueño, el
recuerdo y la imaginación, constituyen la base “ontogenética” de la invención de las ideas
de cielo, alma, Dios, inmortalidad, vida después de la muerte (ritualidad religiosa para
ponerse en contacto con el espíritu de los muertos o directamente con los Dioses, con el
“Reino de los cielos”), eternidad, etc. 646 . Es la prístina impresión, que en la mente de los
primeros homo sapiens produjeran las escenas del sueño (fenómeno en ese entonces sin
explicación objetiva) 647 , en las que aparecen en el mundo de la cabeza del ser (seres) que
sueña(n) tanto la imagen de los muertos (en el sueño la mente opera de modo que los muertos
pareciera que no lo estuvieren; y, como todos sueñan, el fenómeno adquiere matiz colectivo,
real y legítimamente aceptado en sus conclusiones interpretativas: hay un mundo al que van
las almas cuando el cuerpo muere: si, “todos estamos de acuerdo”; antiguamente se pensaba:
1.- que en los sueños se encontraba con los antepasados, 2.- que en los sueños se encontraban
con las deidades –los egipcios-, 3.- que en los sueños los dioses daban directivas a los
humanos) como de los vivos en asociación con el mundo transpuesto en el cerebro de “lo
real” y en operación con la escena consciente del recuerdo, los hechos que dieron pie, que
llevaron a la creación, a la deducción especulativa de y sobre la existencia de otros mundos,
de Dioses (la autoridad terrenal; el politeísmo es simple explicarlo como la invención de la
presencia de diversas fuerzas imputadas a la existencia de poderosos seres que las desataban
amenazantes frente al limitado ser humano primitivo: el rayo, el trueno, las erupciones, los
aluviones,…), de espíritus, etc. Estas especulaciones, por otra parte, condujeron a sostener,
que el “alma abandona el cuerpo”, y, como conclusión: que ésta debe ir a algún lugar: al cielo
(y para otros cerebros protervos: al infierno). Trascendentalidad, inmortalidad 648 , pero en
relación con lo que puede hacer una persona con su vida frente a los ajetreos de la especie.
Escritores, trovadores individuales o en colectivo, sobre todo sus obras, han pasado a la
posteridad, en la medida en que relatan la historia: el fundamento de la identidad de la
humanidad, pero, particularmente, porque sus obras constituyen la fuente de formación de la
esfera espiritual humana: Homero con la Ilíada y la Odisea, la Biblia, el Corán, los relatos
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En esa dirección, ya se requiere, que en el seno de la humanidad emerjan liderazgos maduros, dispuestos a
intervenir en las esferas esenciales del sentido trascendente de la existencia (la conciencia y el saber completo),
comprometido, repleto de perspectiva sideral: dispuesto a que su “visión” se convierta en cometido del género en
su totalidad. Generar ideas y terrenalizarlas: fijar una “visión corporativa”; advertir las necesidades futuras de la
especie humana del milenio que se viene: ampliar su “zona de confort” en la esfera espiritual, esto es, platearse
una “nueva razón para vivir” en coherencia con el quantum de responsabilidades inherentes; formar las
“competencias” necesarias para satisfacer esa necesidad, combatiendo el “conformismo”, la vigencia del
“paradigma”, de la “parálisis paradigmática”: el haberse estacionado en la “condición humana” y no advertir,
como tampoco platearse, la demanda de superar el “temor al cambio”: el avanzar hacia la “condición divina”.
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En análogo sentido se dice: en el sueño, en la imaginación: en esos mundos ficticios debió haberse
representado la “maldad” tanto de animales, de las fuerzas de la naturaleza como del propio ser humano (algunos
individuos) en la época de la barbarie en forma invertida y equiparable con la figura de una persona de
aterrorizante aspecto, masculina, más fuerte, saqueadora, asesina, dominadora. De este modo debió haberse
completado la estructura y funcionamiento del mundo fuera de este mundo, que después pasará a ser el cielo, el
infierno (el día y la noche), los participantes, la lucha entre ellos reflejo de la contradicción dialéctica real y en
medio de la cual se ubica el ser humano con sus esperanzas y temores, y la subsecuente forma de explicar el
mundo, de imputar los males, de cohesionar al grupo, de volver eficiente y sostenible a este último. Bien y mal
se han encarnado; y el ser humano ha sido tomado como marioneta, en un escenario en el que la lucha entre el
bien y el mal define el ser del ser humano, otorgándole el favor de una pobre opción de elegir.
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“Cuando sueño siento la existencia de las cosas igual que en la vigilia y, sin embargo, no existen” (René
Descartes). Sueño: “portal que une el mundo de los vivos con el de los muertos” (sic) siempre en vida, en el
marco de cierto tipo de operación del cerebro.
648
En la Ilíada y en la Odisea su autor (Homero) pone en boca de sus principales protagonistas, el deseo
anhelante de trascender, de ese modo burlar la muerte, de inmortalizarse, con el ser recordado.
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