Bajar documento - La nueva concepción de la historia

algún ecologista se digna leer estas páginas, ahora el justiciero señor defensor de los
“derechos de la naturaleza” dejaría libres a los taladores y tomaría del cuello a quién formula
estas ideas tachándole con las más virulentas y sancionadoras expresiones.
Respecto del mañoso talador nuevamente. Es recusable su conducta de afectación a la
naturaleza tanto más, cuantos árboles de centenares de años caen en las fauces de la
maquinaria del capitalista emprendedor en unas pocas horas: da pena, da iras. ¡Qué se han
creído estos imbéciles, que por hacer plata, para satisfacer el consumismo inducido y vivir a
sus anchas, han puesto en peligro la vida de la especie toda? ¡No hay derecho! No obstante, la
industria de la siderurgia, del cemento, de los muebles, etc., no han hecho mas, que coadyuvar
en la aglomeración de cerebros en las ciudades, en la creación de las mejores condiciones para
que se lleve adelante el proceso de concentración urbana, o sea, la promoción de la también
denostada hiperurbanización, fenómeno que a la postre ha dado lugar al potente cerebro
colectivo productor de bondades y maldades, pero que al final ha hecho girar la rueda de la
historia en sentido racional, prometeico. Y eso: ¡tiene su incontestable mérito! Por otra parte,
podrán parecer antimarxistas estas expresiones; en verdad, se supondría en ellas una nueva
forma de apología sobre la conducta de control por parte del ser humano sobre el entorno,
según régimen de valorización. La recusación respecto del capitalismo es pertinente ahora,
cuando ya la humanidad lo ha sufrido, en circunstancias en que este sistema ha dado todo lo
de sí, en momentos en que amenaza con arrasar innecesariamente con la humanidad y sus
condiciones materiales naturales de sustento, sobre todo en vista de que una forma superior de
organización de la especie está lista a tomar la posta y entregarse a formar el cuadro de
realización de las nuevas metas de la razón.
Ahora bien, de similar modo como hoy es normal promocionar la homosexualidad
(esa monstruosidad contaminante) con los llamados a los “homofóbicos” (¡bah!) a ser
tolerantes, se critica (y por boca de antiguos marxistas) la fortaleza de la personalidad que
reside en todo individuo maduro, o sea, su tendencia natural a querer imponer reglas a la vida,
tal como si se tratase de buenos evangélicos. Se exagera y se afirma, que los viejos quieren
que todos los seres humanos sean iguales, e iguales a lo que son ellos. Esta crítica es
deleznable; ella, adolece de carácter concreto, pues, como se sabe, en una sociedad escindida,
los modelos de personalidad son de clase y no responden a ninguna urgencia voluntarista
impositiva. Además, hay un estilo de personalidad que representa el porvenir y que ha hecho
pie ya en el seno de la propia sociedad capitalista, el cual se opone al criterio pequeñoburgués
de la “diversidad”, de la “alteridad”, y que va a ser afincado para amargura de tanto seudo
teórico de la actual sociología Light. El ser humano ontológica y teleológicamente es uno
solo: debe sentir y operar de forma similar; de lo contrario se podría pensar, que la estricnina
–por ejemplo- (como arguyen los homeópatas cursis, sobre exagerando la singularidad, la
individualidad) haría diferentes efectos en los individuos, de análogo modo a cómo la realidad
capitalista y sus “desconocimientos” producen baratillos nihilistas de ideas en la conciencia
de los sectores materialmente dominados, conciencia de quienes se halla invertida por la
cámara negativa de la diferenciación social. En efecto, quién no está persuadido de que la
concepción burguesa de los hechos se estatuye a partir de su propia visión ideológico-teórica,
de su coherente sistema categorial, de sus métodos, técnicas, instrumentos y selección del
material empírico (del “objeto real” mismo, como lo arguye convenientemente Pierre
Garnier); que, por tanto, fuera de los intereses: no puede haber concepto alguno; por lo cual,
todo el sistema productor burgués (positivista) de pensamiento en el ámbito social, humano,
debe ser desechado, a efecto de producir la elucidación objetiva de la realidad.
Los seres humanos copulan, comen, piensan, gozan todos de inteligencia
indiferenciada en la entera extensión del globo. La manía estriba en querer ver diferencias
objetivas, que tuvieron su razón en un momento histórico, y fomentarlas, poniendo como
moralmente saludable, como una “riqueza” a dicha diferenciación formal; pero el capitalismo
les ha dado en la boca a toda esta gente al haber homogenizado de una vez y para siempre a la
humanidad, en efecto, ad terrorem lo ha hecho, y de algún modo lo sigue haciendo. La
especie, para desilusión, desolación, de tanto neofolclórico parroquiano de la “diversidad
cultural”, que pasea por el mundo, es una sola. A la fecha, virtualmente el mundo es de todos;
por tanto, carecen de sentido extraeconómico, los movimientos migratorios.
Ahora: quién parece no entender soy yo.
Eso, se puede arreglar. Mire Ud.: el capitalismo imperial también es una “boa
constrictor en cuyo seno parece anidar el amor”; esta modalidad histórica de organización
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