Bajar documento - La nueva concepción de la historia

La formación social capitalista en su cima y el flujo de los movimientos ciudadanos
(este es el sector, que representa lo que está surgiendo), quienes vienen cargados con la
bandera: “un nuevo orden social mundial es posible”, plantea para la perspectiva del género
una cuestión crucial. La técnica –su constante progreso cuantitativo y cualitativo-, constituye
recurso sine qua nom en la realización efectiva de las nuevas tareas humanas; éstas no pueden
ser otras, que las atinentes al despliegue total de los poderes de la inteligencia, del
pensamiento y la conciencia: el conocimiento. Los antiguos sabios contaban con el beneficio
de mecenas (así generaban status de división individual del trabajo), éstos –por su parte-
realizaban para sí el trabajo de terceros, en coherencia con las condiciones creadas por la
división del trabajo y la propiedad privada. En la nueva sociedad, la producción se realiza de
forma automatizada y de este modo se abastece el ser humano. Pero: ¿qué decir sobre el factor
medial central relacionado con la cristalización del sentido “posmoderno” o “hípermoderno”,
de la vida: la ciencia y la técnica? Si la fracción de “dirección autónoma” inmanente al
carácter progresivo del movimiento de la técnica se ha tornado en absoluta, esta índole de
“autonomía parcial”, se convierte en total, en definitiva, en el momento en el que la
inteligencia artificial se hace realidad (propiedad, en efecto, que promueve su autodesarrollo
–por la cual pone a su servicio a la inteligencia- el que paralelamente estimula su liberación
–y merced a la que ésta supera la barrera de su control privado y monopólico). Quiere decir lo
expuesto, que el rasgo de desarrollo autónomo de la técnica (como fuerza productiva) ha
alcanzado mayor vigor e independencia respecto del proceso social, por una parte; por otra, si
se suma a este hecho, la conducta de investigadores, que han superado el paradigma de vida
burgués, de modo que no se detenga el desarrollo técnico, una vez que la “razón de lucro”
–que hasta ahora lo sustentó- haya llegado a su límite.
Los mercaderes venecianos, por ejemplo, como reseña la historiografía oficial, fueron
los mecenas de L. da Vinci (esta filantropía selectiva, ya no simplemente esteticista, permitió
romper la determinación estructural, que sobre Leonardo, le deparó la historia); gracias a
ellos, este genio de la inventiva, de la imaginería (“pensamiento multifocal” de da Vinci), que
produjo esbozos geniales de una serie de productos técnicos –según afirman los allegados-,
los que hoy incluso se han hecho o se están haciendo realidad, pudo plasmarse como tal. Es
curioso, por otra parte, advertir cómo en tan temprana época para la humanidad –lo cual
convierte en precursor a su protagonista-, da Vinci pudo fusionar y, quizá: balancear, las dos
esferas de la existencia humana: el arte y la figuración tecnológica, cristalizada en planimetría
y maquetería coherente (se aprende o se diseña en la mente y luego el cuerpo lo desarrolla, sin
entrenamiento, como en el filme Matrix); como no ocurrió con cuanto pintor, escultor,
arquitecto, literato o compositor coetáneos, los cuales dedicaron sus esfuerzos y desvelos a
exaltar la dimensión de la simple sensorialidad, eso es, su voluntad fue gobernada por la
vacua esfera de la pasionalidad (“El ser humano en cuanto a espíritu, no es un ser de la
naturaleza; pero en tanto que se conduce como tal y que sigue los fines de sus pasiones, quiere
la naturaleza” –F. Hegel). En el personaje (da Vinci), el arte se fusionó con la insipiente
emergencia de la esfera racional y la posición de clase proburguesa; en la época de las
“revoluciones de masas”, en cambio, se ha ligado a la región ideológico-política en el
“muralismo de denuncia”, por ejemplo, en el que se ha fundido la sensibilidad y la política; en
la humanidad actual denominada hípermoderna, los rezagos de carácter en la dimensión
referida, llevarían a catalogársela como: “comunidad” de la excitación.
En el transcurso de la etapa monopólica del capitalismo, se encuentra, en cambio, con
la ocurrencia de un fenómeno similar al vivido por da Vinci, pues, las empresas
multinacionales, sobre todo en Estados Unidos de Norteamérica, financian proyectos de
desarrollo científico-técnico directa o indirectamente, o han empotrado en el mismísimo
interior de su “campus” productivo, el Campus Universitario. Se trata, en verdad, del uso de la
inteligencia en sentido sustantivo, o sea, en las esferas de la ciencia y de la técnica, en forma
diferente a cómo se hacía en el Medioevo clásico: para desarrollar la poesía, las novelas, el
cuento, etc.; direccionalidad de la capacidad intelectual, que responde a razones directamente
económicas, productivas, ligadas a la esfera de los negocios. De esa fecha procede, dígase de
paso, la significativa derivación de la esencial forma de división internacional del trabajo dada
al interior de la especie humana: las tareas intelectuales en el desarrollo de la ciencia y de la
técnica, como expresión de la demanda económica, comercial, de grupos humanos más
desarrollados en sentido material, y el activismo social a efectuarse en la esfera del resto de
las comunidades escindidas, las cuales debían avanzar el marco inversamente mercantil de la
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