Bajar documento - La nueva concepción de la historia

en un sistema en el que la realización del producto y la consecución del adecuado retorno
demanda de conductas estables, controlables, cohesionadas espontáneamente. El suceso ha
merecido importancia reflexiva por parte de muchos estudiosos, sobre todo en su relación
funcional en el sistema; a esta anomalía (“culturas urbanas”) se ha tendido a imputarle orden y
sentido positivo contrario sensu a la incomprensión que se atribuye e impugna por parte y al
pensamiento común y al stablisment, en su orden, de sociólogos, psicólogos, antropólogos,
apoyados en nociones de “contra cultura”, “objeción de conciencia”, “rechazo al modo de
vida” dado, etc. No se puede concebir sensatamente, que seres que se hallan en proceso de
formación mientras conocen parcial y defectuosamente las realidad que los envuelve, se
hallen en condiciones de apreciar los hechos que se impugna sin beneficio de inventario, e
inmediatamente proceder a proponer acciones supuestamente superadoras del status,
progresistas, para llevarlas a la práctica de modo racional y responsable.
El eufemismo de la “pandilla”: delincuencia en los jóvenes integrantes de familias
pobres y “tribus urbanas” en sectores de jóvenes pertenecientes a familias de ingresos altos y
medios, como efecto de descomposición del sistema capitalista en su núcleo básico: la
familia, tiene raíces más profundas, que inducen a que la reflexión sobre dicho hechos deba
calar mucho más hondo, incluso a riesgo de que se siga motejando a esta conducta
aprehensiva lógica de la realidad, como reduccionismo economicista, fundamentalista,
anacrónica. Si algún interés consigue este hecho, puesto que el mismo puede tener
proyecciones disonantes en la conformación de la esfera de la vida futura, es que se trata, mas
bien, de actos de subversión del orden sin sentido (extensión de los síntomas de la crisis de la
adolescencia al entorno social), propios de la edad de sus protagonistas y del carácter
moderno de las circunstancias: mecanización de todas las esferas de reproducción de la
existencia y de la actividad económica en particular, de la persistente realidad de la
diferenciación social y de pérdida incremental de importancia de la ocupación seria y del
trabajo como tal. La presencia de factores del entorno complican la formación de la
personalidad y de la identidad en la inmadurez pasajera: vacío juvenil en el vacío social, las
que responden a la perurgencia de realización de la mentalidad inexperta en un entorno en el
que se carece de condiciones para el efecto. Seres que deben hallarse bajo las “amarras” de
algún mecanismo de formación, se ven libremente frente a un mundo desconocido,
desarmados, con mucho entusiasmo y “energía” a su haber.
Con los procesos de automatización y de incremento de la dimensión de las urbes,
empiezan a aparecer una serie de fenómenos sui generis como la obesidad, las dolencias
reumáticas, la hipertensión (enfermedades que ciertos folclóricos estúpidos dicen que tienen
origen espiritual, de desbalance energético, y otras sandeces), el incremento del “tiempo”
libre, la claustrofobia citadina, lo cual conduce a la emergencia de negocios como: centros de
terapia alternativa, los aeróbicos, el uso de los parques para realizar ejercicios colectivos con
música, sesiones espirituales; eclosionan también las “tribus urbanas”, los grafiteros
nocturnos, lo cultores del Rock, etc. A todo lo citado se denomina “cultura urbana”, la cual la
ponen como aspecto positivo, como desarrollo civilizatorio. No obstante, a través de las
presentes notas se atreve a decir, que los referidos hechos son síntomas posmodernos de la
fase de aguda descomposición del capitalismo, que se iniciara con el advenimiento del
imperialismo y que hoy marcha a pasos de gigante hacia su término, efecto directo del
progreso acelerado de las fuerzas productivas (no es que el desarrollo material se detiene, sino
que éste pasa a producirse completamente en el interior de una sola “revolución”: la robótica
y la inteligencia artificial); luego, es la detracción histórica del trabajo lo que produce tales
“efectos positivos para la cultura”. En realidad, si se mantienen las actividades anteriores del
trabajo, las enfermedades y ciertas lacras de conducta desaparecerían: al hacer ejercicio en el
trabajo la obesidad concluiría, con la ocupación en el trabajo no habría “tiempo” para
pintarrajear las paredes,…
En efecto, en sitios y épocas en los que se debe encontrar el sustento realmente
trabajando no se presentan estos fenómenos, o los mismos son –eran- muy raros. En acto de
reflexión por fuera del marco de vida actual, el curso que debe seguir la juventud en una
comunidad ordenada en la que ha entrado la automatización lo sigue estableciendo el trabajo;
trabajo sin remuneración en la esfera del conocimiento, el cual, a su vez, es el ordenador del
proceder del sujeto, el formador de su personalidad, el forjador de su identidad. No se olvide,
que el trabajo ordena la vida, la otorga sentido, forma la personalidad. En ausencia de esta
determinación (del trabajo que templa el carácter, que disciplina, que obliga deberes de modo
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